Soberanía de ayer y hoy

El 20 de noviembre de 1845 las fuerzas de la Confederación Argentina, a las órdenes de Juan Manuel de Rosas, compuesta, mayoritariamente, por criollos, gauchos, pueblos originarios, mulatos y mujeres, se disponían a resistir con sus vidas la intervención anglo-francesa en la Vuelta de Obligado. El pueblo armado escribía una página heroica de la historia argentina al enfrentar a la escuadra naval anglo-francesa en aquel recodo sobre el Río Paraná, en la zona de San Pedro. 

Por Jorge Néstor Juncal*

En la mañana de aquel día pudieron divisarse cientos de buques de guerra de las dos flotas mas poderosas del mundo, antaño enemigas y ahora aliadas para someter a la Confederación Argentina. La escuadra agresora tras bloquear el puerto de Buenos Aires pretendía imponer por la fuerza lo que por derecho no podía obtener: la libre navegación del río Paraná y del Río de la Plata. La intervención anglo-francesa perseguía motivos económicos basados en una toma de posición frente al conflicto entre Argentina y la Banda Oriental, a favor de los orientales. 

La idea imperial era independizar a la Banda Oriental, para luego junto a Corrientes, Entre Rios y Misiones formar un nuevo país, la “República de la Mesopotamia”. Una vez logrado esto, se habilitaría el río Paraná como “internacional” para su libre navegación. Este hecho posibilitaría la comercialización de sus mercancías en todo el tramo del cauce del Paraná, llegar al Paraguay por esta vía y hacerse de algodón barato y de buena calidad, insumo necesario para las hilanderías británicas, base de su revolución industrial. 

Las fuerzas enemigas se disponían a remontar el río Paraná cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Rosas, decidido a bloquearles el paso, instruyó a Lucio N. Mansilla a preparar el escenario bélico, sin desconocer la escasez de recursos para esta empresa. Aquella mañana el general Lucio N. Mansilla, de cara a sus tropas las hizo el Himno nacional a viva voz para luego arengarlas de manera sublime:

“¡Vedlos, camaradas, allí los tenéis! Considerad el tamaño del insulto que vienen haciendo a la soberanía de nuestra Patria, al navegar las aguas de un río que corre por el territorio de nuestra República, sin más título que la fuerza con que se creen poderosos. ¡Pero se engañan esos miserables, aquí no lo serán! Tremole el pabellón azul y blanco y muramos todos antes que verlo bajar de donde flamea”. 

La escuadra enemiga, escoltada por buques mercantes europeos, bregaban por llevar sus mercaderías rio arriba. Mansilla había ordenado alistar un tendido de tres enormes cadenas que atravesaban de orilla a orilla el río Paraná. Estas, a su vez, eran sostenidas por 24 barquitos, diez de ellos cargados con explosivos, mientras una goleta, que permanecía enhiesta detrás de aquel dispositivo de defensa, aguardaban heroicamente la llegada de la poderosa flota enemiga. La frágil defensa argentina y el coraje de las tropas nacionales no lograron detener a los agresores. Las bajas de las tropas nacionales se multiplicaron por diez comparadas con las que recibió el enemigo, sin embargo, esa muestra de arrojo singular dio sus frutos. A pesar de los esfuerzos de la escuadra enemiga en vender sus mercaderías en los pueblos ribereños, las consecuencias resultaron frustrantes para ellos, debido a que no cesaron de recibir las embestidas de los patriotas, tanto cuando navegaban río arriba como cuando tuvieron que retornar al punto de origen.Los tratados de paz con ambas potencias se firmarían recién en 1849 y 1850

Aquella memorable jornada de defensa de la integridad territorial será recordada como Día de la Soberanía Nacional por ley 20.770, en el mes de septiembre de 1974. 

La historia parece querer volver a repetirse, depende de nosotros que eso no suceda. Hoy día las exportaciones argentinas, en su mayor parte agrícolas y mineras, caracterizadas por los grandes volúmenes de carga que se transportan vía marítima al mundo, requieren de la disponibilidad de una vía navegable que les de salida a ultramar. De allí que la Hidrovía Paraná – Paraguay y su salida al Río de la Plata, sea una cuestión de soberanía económica que no es dable desdeñar, dada la importancia del comercio exterior de nuestras comodities. Los dos grandes ríos Paraná y Paraguay le dan su nombre a la hidrovía, y constituyen junto al Río de la Plata, la gran “autopista” navegable por la que circulan 5000 buques cargueros que representan el 75% de nuestras exportaciones, constituidas por productos agroindustriales (granos y derivados como aceite y harinas) y minerales. 

La cuestión estratégica está planteada en base a una “alternativa de hierro” de como transitar el último tramo de la Hidrovía en la zona del Rio de la Plata, si se lo hace por el canal Punta Indio, que en su tramo extremo se recuesta sobre costa uruguaya o el Canal Magdalena, que a partir del punto denominado El Codillo, se reclina sobre la costa bonaerense, beneficiando sobre todo al Puerto de La Plata. Resulta crucial para Argentina recuperar el control del tráfico del Río Paraná y retomar con ahínco las obras del Canal Magdalena. Obras de importancia superlativa que facilitarían el control estatal sobre esa vía troncal navegable y se terminaría con el flagelo del contrabando, que tantas divisas le hace perder al Estado Nacional en estos momentos. 

El Gral Perón en su obra “La hora de los Pueblos”, cuando corrían horas aciagas de su exilio, viendo a su Patria postrada y con pocas perspectivas de poder retornar a su patria, nos decía a modo ejemplificador: 

“Hoy muchos argentinos se preguntan: ¿Qué hay que hacer? La respuesta es muy simple: corregir de alguna manera tamaños desatinos y volver nuevamente a empezar, imponiendo nuevas estructuras financieras y económicas, a fin de evitar que este proceso de descapitalización se siga pronunciando, levantar la economía popular y crear confianza mediante un procedimiento serio y efectivo que vuelva a organizar y defender a la economía argentina.”

*Abogado UM

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