Lula: Una esperanza para la patria grande

A partir del domingo pasado, se empieza a reescribir una nueva historia para América Latina, el triunfo en segunda vuelta de Lula en Brasil, es una muestra contundente de ese cambio que tanto anhelábamos que se produjera para bien del hermano país como para el resto de los países de la región.

[EHM]

Luego del periplo de gobiernos del PT desde el 2003 hasta el 2010, se inició la persecución judicial sufrida por Lula a través de la operación Lava Jato, el golpe parlamentario que destituyó a Dilma Rousseff en 2016, la proscripción de Lula como candidato en 2018, fue todo producto del “lawfare” perpetrado por el exjuez Sergio Moro. Su injusto encarcelamiento, posibilitó la llegada de la extrema derecha de la mano de Jair Bolsonaro, un excapitán del ejército, nostálgico de la dictadura militar.
Toda la estrategia empleada por los factores de poder de jubilar antes de tiempo al líder más importante que tuvo el país carioca resultó infructuosa. La decisión del pueblo brasileño fue determinante a la hora de rescatar de la historia a su máximo referente.
Este triunfo de Luiz Ignacio Lula Da Silva, marca a las claras la importancia de volver a poner en debate la redistribución de la riqueza desde los sectores poderosos hacia los más desfavorecidos de la población, que a su vez esté inspirada en una nueva política de inclusión social. Esa autoridad moral de replantear los objetivos redistributivos, recae con total justicia sobre Lula, quien sacó, nada más y nada menos, que, a 30 millones de brasileñas y brasileños de la pobreza, alcanzando una quimera hasta ese momento, que el pueblo pudiera “comer tres veces al día”.

Por otro lado, su llegada al Planalto significa el “fin de una pesadilla” y un revés fulminante para un neo-fascismo que gana terreno en el viejo mundo y en otras latitudes de occidente. También representa dejar atrás momentos muy dolorosos, como lo fue la gestión de Bolsonaro durante la pandemia, quien utilizando un discurso de tono conspirativo que negaba, sistemática y arbitrariamente, asistencia sanitaria al pueblo brasileño. El actual presidente se jactaba criticando las medidas de confinamiento del resto de los países, mientras cínicamente, subestimaba los efectos del Covid-19, al extremo de decir que era una “gripesiña”, cuando los muertos se contaban de a centenares de miles en su territorio. El Brasil conducido por una extrema derecha indolente obtenía un triste lugar en las estadísticas mundiales, ser la segunda nación con mayor cantidad de muertos después de Estados Unidos.

A lo anterior, se le sumó una política económica que profundizó las desigualdades, donde la macroeconomía cerraba “eficientemente” con millones de personas afuera, la pobreza y el hambre se incrementaban hasta un alarmante 73% desde el 2020. Tal como lo anticipará Lula en el debate de candidatos refiriéndose a Bolsonaro:
“La gente te enviará a tu casa el 2 de octubre”, y así fue, 156 millones de brasileñas y brasileños dieron su veredicto, y éste fue definitorio en la segunda compulsa.
Mientras tanto, Brasil, diezmado por una derecha recalcitrante con una población altamente polarizada en un clima de violencia política sin precedentes, se asoma con nuevas perspectivas a un escenario desafiante en el marco de acontecimientos globales que marcan agenda. El país hermano con un mensaje de esperanza vuelve a retomar el rumbo de las mayorías junto a Latinoamérica. Lula ha sido reelecto y cayó la última pieza del grupo de Lima, está todo dicho.

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