El proyecto de ley que declara Área Marina Protegida Bentónica “Agujero Azul” tuvo media sanción de la Cámara de Diputados. La iniciativa promueve la protección de la biodiversidad de los mares donde, además, descansan el sueño eterno los 44 submarinistas del ARA San Juan.
Por Jorge Néstor Juncal*
Área Marítima “Agujero Azul”
Se le llama Agujero Azul a un área particular del Talud Continental. La misma cuenta con una superficie aproximada de 6.600 km2 y está situada a unos 500 km al este del Golfo San Jorge entre los paralelos 45°S y 47°S y los meridianos 60°O y 61°O. La sección oriental de esta área se encuentra en aguas internacionales. Es una región de alta productividad primaria y área de alimentación de varias especies de gran importancia económica como la merluza, la anchoíta, la vieira patagónica y el calamar, como también de muchas especies de aves y mamíferos.Depredación de recursos ictícolas
La pesca del calamar en esta zona, sector lindero a la Zona Económica Exclusiva (ZEE), es la captura por excelencia de la actividad pesquera extranjera, pero no se resume solo a esta especie, ya que hay abundancia de otros recursos biológicos. Al límite de la Zona Económica Exclusiva, lo que se conoce como la milla 201, flotas de buques factorías de origen chino, rusos y españoles entre otros, practican lo que se llama “pesca de arrastre” que mediante redes del tamaño de una cancha de futbol arrasan todo el fondo del Atlántico Sur, sin discriminar en especies ni tamaños. A la vez que embolsan millones y millones de dólares depredando recursos y dejando desperdicios por doquier que afectan la biodiversidad en nuestro mar y zonas circundantes.En marzo del año pasado Greenpeace realizó un monitoreo en la zona a través de imágenes satelitales, que revelaba la presencia de numerosos buques pesqueros en esta zona marítima, la frontera entre el Mar Argentino y las aguas internacionales. La organización ambientalista logró detectar 470 embarcaciones extranjeras, entre ellas cuatro buques tanques para aprovisionamiento de combustible y ocho buques frigoríficos, que almacenan las capturas de los buques pesqueros para darle destino a algún país extranjero.
Por su parte, la coordinadora de la campaña por la protección del Mar Argentino de Greenpeace, Luisina Vueso había señalado oportunamente que el Agujero Azul “Es un corredor biológico muy rico y productivo que atrae las flotas de todo el mundo. Al no existir ningún tipo de regulación o marco legal, la pesca que se realiza es muy intensiva y destructiva.”
Es por todos conocido que la industria pesquera en alta mar, es una práctica no regulada que admite actos ilegales con total desparpajo y tratos inhumanos al personal embarcado con total impunidad. A menudo el personal de la pesca en alta mar es sometido a trabajos forzosos que se asemejan a una especie de esclavitud moderna, de la que no pueden zafar porque se encuentran atrapados en el medio del océano, sin poder disponer de su libertad de dejar de trabajar.
La depredación ictícola se muestra crudamente cuando se visualiza la concentración de buques extranjeros en esta zona pródiga en recursos, compartida por el Mar Argentino y aguas internacionales, frente a los buques que se encuentran en la Zona Económica Exclusiva (ZEE).
“Los barcos empiezan a llegar en noviembre, y la pesca del calamar o merluza negra arranca en enero y sigue hasta junio. Por estos momentos hay una concentración enorme. Nosotros identificamos casi 500 pesqueros en una superficie de 5000 km2, mientras que, dentro de la Zona Económica Exclusiva de un millón de kilómetros cuadrados, no llegamos a contabilizar 200 buques. Eso da una idea de la destrucción que se provoca en la zona”, señaló Vueso.
A esta realidad se suma la subexplotación de la pesca en el Mar continental, hecho que merece ser revertido para mejorar la mesa de los y las argentinas, el impacto de la pesca intensiva sobre la biodiversidad y la cadena alimentaria de las especies de la zona es inconmensurable. De allí, la necesidad de realizar un trabajo concienzudo no solo para dotar de sustentabilidad al ecosistema, sino también darle relevancia económica a la actividad ictícola.
Otro tema acuciante, es el “descarte” pesquero que consiste en la devolución al mar “sin vida” de aquellos ejemplares que quedan atrapados en las redes que son utilizadas para pescar otras especies, y los ejemplares pequeños de las especies que sí serán comercializadas. La ley 24.922 del Régimen Federal de Pesca (RFP), establece en su artículo 21 que queda especialmente prohibidos en todos los espacios marítimos bajo jurisdicción argentina, los siguientes actos: arrojar descartes y deshechos al mar, en contra de prácticas de pesca responsables”. Si vemos que la tonelada de langostino cuesta 7000 dólares, contra los 2000 de la merluza, es fácil suponer cierto criterio de selección de los buques pesqueros por aquello que dé mayor ganancia, sin que se depare en sus consecuencias. Asimismo, cuando “las capturas son muy grandes, el pescado se aplasta, se estropea, y esa es otra razón para tirarlo, pero sobre todo se trata de prácticas arraigadas”, es sabido que los pescadores “compiten entre ellos, pero sin tener en cuenta la capacidad de procesamiento”, lo afirma Guillermo Cañete, coordinador del Programa Marino de la Fundación Vida Silvestre Argentina.
Otro tema acuciante, es el “descarte” pesquero que consiste en la devolución al mar “sin vida” de aquellos ejemplares que quedan atrapados en las redes que son utilizadas para pescar otras especies, y los ejemplares pequeños de las especies que sí serán comercializadas. La ley 24.922 del Régimen Federal de Pesca (RFP), establece en su artículo 21 que queda especialmente prohibidos en todos los espacios marítimos bajo jurisdicción argentina, los siguientes actos: arrojar descartes y deshechos al mar, en contra de prácticas de pesca responsables”. Si vemos que la tonelada de langostino cuesta 7000 dólares, contra los 2000 de la merluza, es fácil suponer cierto criterio de selección de los buques pesqueros por aquello que dé mayor ganancia, sin que se depare en sus consecuencias. Asimismo, cuando “las capturas son muy grandes, el pescado se aplasta, se estropea, y esa es otra razón para tirarlo, pero sobre todo se trata de prácticas arraigadas”, es sabido que los pescadores “compiten entre ellos, pero sin tener en cuenta la capacidad de procesamiento”, lo afirma Guillermo Cañete, coordinador del Programa Marino de la Fundación Vida Silvestre Argentina.
"Cada año la industria devuelve al mar más de 110 millones de kilos de merluza en buen estado, porque no son del tamaño ni del valor comercial deseado o, simplemente, porque las bodegas ya están llenas”, según informes disponibles del Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP).Es dable esperar que, a partir de esta iniciativa, se empiece a proteger la biodiversidad de esta área prolífica en recursos ictícolas, apuntando a la puesta en valor de una industria pesquera nacional que sea competitiva en la exportación de productos con valor agregado, pero sin dejar de trabajar en beneficio de la mesa de los argentinos.
*Abogado UM
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