Las Distorsiones en la importación y exportación de frutas, tubérculos y hortalizas, revitalizaron su impacto sobre la economía, a partir de la ampliación de la brecha cambiaria.
Por Leandro Mijaloski (*)
En los últimos meses ha tomado mayor relevancia una problemática que se vincula a la comercialización de la producción de frutas, tubérculos y hortalizas, y que tiene un doble impacto sobre la economía real. Producto de las múltiples cotizaciones cambiarias que tiene la Argentina actual, la situación en cuestión, ha multiplicado su doble efecto negativo sobre la economía.
La problemática a la que hacemos referencia, es un esquema ruinoso de importación y exportación de la producción de frutas, tubérculos y hortalizas, y es la consecuencia de la falta de coordinación que existe actualmente entre la Dirección General de Aduanas, la Secretaria de Comercio de la Nación y el Mercado Central de Buenos Aires. De esta falta de coordinación se derivan dos efectos inmediatos sobre la economía real.
En primer lugar, es la principal causa del impulso inflacionario que últimamente tienen las frutas, tubérculos y hortalizas, siendo la cebolla, la naranja, la pera, la manzana y el ajo, los casos más emblemáticos de los últimos meses.
Como todos sabemos, en la Argentina la inflación no se puede explicar con teorías económicas clásicas de corte monetarista, aunque tampoco basta comprender la puja distributiva reinante en nuestro país, para dar una explicación acabada sobre el origen del espiral inflacionario que atraviesa nuestra economía. Más bien, es necesario entender la inflación desde múltiples perspectivas y factores que operan tanto en la esfera macroeconómica, como en la microeconómica. Para comprender esta interrelación, sirve de ejemplo analizar el impulso en los precios que han tenido las frutas, los tubérculos y hortalizas en el último tiempo.
En segundo lugar, la falta de coordinación entre las distintas áreas del Estado Nacional y el Mercado Central de Bueno Aires, tiene un impacto directo sobre el sistema cambiario, aumentando la pérdida de divisas del país y favoreciendo la circulación informal de las mismas.
Ahora bien, para entender más a fondo la cuestión, se tienen que analizar la metodología por la cual la falta de coordinación de las áreas de control del Estado, permite que la comercialización de la producción de frutas, tubérculos y hortalizas, afecte el mercado cambiario y al mismo tiempo tenga un fuerte impacto en la inflación de la canasta básica alimentaria.
El método de importación y exportación de la producción de frutas, tubérculos y hortalizas, se basa en un esquema de precios de referencia establecido por la Dirección General de Aduanas (DGA), y que en la realidad concreta se encuentran extremadamente desfasados de los precios reales del mercado. La Aduana no coordina con la Secretaria de Comercio, ni con el Mercado Central, la actualización constante de estos precios de referencia de la producción y esto favorece la subfacturación de la exportación y la sobrefacturación de la importación.
Este círculo vicioso cierra por completo si combinamos esta falta de coordinación de las aéreas de control del Estado, con tres elementos más que se presentan como piezas fundamentales de este rompecabezas. El alto grado de informalidad de la producción primaria, la también alta informalidad de las economías de los países vecinos (principales destinos de las exportaciones de frutas, tubérculos y hortalizas) y por último, un sistema financiero con los mecanismos suficientemente aceitados para el blanqueo de las ganancias no declaradas, sumado a la existencia de un mercado de dólar blue, que actúa como aspirador de las “divisas perdidas” por el sistema formal.
En este punto, la ampliación de la brecha cambiaria, no hizo más que aumentar la tentación de un empresariado acostumbrado a este tipo de operaciones, con el objetivo de evadir impuestos y obtener una renta extraordinaria por su producción. Aunque suelen justificar la operatoria por los altos costos de producción y logistica local y la presión impositiva que tiene el país.
Con las importaciones de frutas, el mecanismo utilizado es la ya vieja y conocida sobrefacturación, también utilizada en el resto de los sectores de la economía que adquieren bienes o servicios importados. El mecanismo permite a los importadores hacerse de dólares al precio oficial, para luego ofrecerlos en el mercado informal y obtener una importante tasa de retorno. Dentro de las frutas, el caso más resonante es el de las bananas, donde el precio declarado por los importadores, puede llegar hasta los 12 dólares la caja, siendo el precio internacional de 9 dólares para la primera calidad del producto, lo que implica un 33% de sobrefacturación.
Si tenemos en cuenta que la banana representa más del 90% del total de la fruta importada por el país y que el último año se importaron unas 400 mil toneladas por cerca de 200 millones de dólares, nos damos una dimensión del volumen de divisas perdidas por la sobrefacturación, que alcanzarían los 66 millones de dólares por año. La cifra equivale a la producción de un satélite SAOCOM 1B por año sobrefacturado ¡solo en bananas!
En el caso de las exportaciones la metodología es exactamente la inversa, pero las ganancias extraordinarias obtenidas son considerablemente mayores. Los valores de referencia de las frutas, hortalizas y tubérculos exportados, se encuentran significativamente por debajo de los precios reales a los que son colocados los productos en los países de destino. En este punto, cobra relevancia la importante informalidad de la producción primaria en nuestro país, que también es compartida por Paraguay, Brasil y Uruguay, principales destino de las exportaciones. Esta informalidad permite la compra de cargamentos completos abonados en efectivo, en dólares y en el acto en el punto de destino.
Así, el exportador recibe por el valor de referencia declarado, el equivalente en pesos al tipo de cambio oficial, menos la retención del 5% por derecho de exportación. Paralelamente recibe la diferencia entre el valor de referencia y el valor real, en dólares billetes pagados en mano en el lugar de destino de la exportación. Luego esos billetes son cambiados al precio del dólar “Blue” y este es el punto que determina el impacto en el mercado local sobre el nivel de precios, ya que los productos exportados, quedan en una proporción importante, regidos por el valor del dólar informal.
El impacto sobre el precio local que abonan los consumidores, va a estar directamente relacionado con la distancia que exista entre el precio de referencia y el valor real del producto. A mayor distancia, mayor el impacto sobre el precio local de esta metodología de subfacturación de exportaciones.
Este año el caso más extremo de este circuito fue la cebolla, aunque también se realizó con la pera, la naranja y actualmente se está realizando con la manzana, razón por la cual los consumidores llegan a pagar hasta $200 el kilo. En los primeros seis meses del 2020 se exportaron, según datos oficiales, 178.574 toneladas de cebolla, con destino principalmente a Brasil, Paraguay y Uruguay. El gigante del Mercosur concentró más del 90% de las exportaciones de cebolla Argentina, impulsado principalmente por una mala cosecha en el país vecino. De los datos obtenidos de la Dirección General de Aduanas, el valor de referencia para la exportación de cebolla es de 3,6 dólares por bolsa de 20 kg y el precio real en destino se ubicó en promedio en los 12 dólares, llegando en julio a tocar picos de 14 dólares en Brasil y Paraguay y 15 dólares en Uruguay. De esta forma la diferencia entre puntas del valor declarado y el efectivo, llego a superar el 300%, un nivel de distorsión tal, que genero importantes pérdidas de divisas al país, baja en la recaudación impositiva, aumento de precios internos y un importante flujo de dólares al mercado informal.
Si tomamos en cuenta el valor de referencia promedio que fue declarado, las exportaciones de cebolla del primer semestre del año alcanzaron la suma de 32.143.320 dólares, este monto ingresó al país como divisa y tributó los derechos de exportación correspondientes. Ahora bien, si tomamos como constante el valor promedio de la cebolla colocada en destino en 12 dólares por bolsa, tenemos una suma no declarada de 8,40 dólares por bolsa. En el volumen total exportado de cebolla, la cifra subfacturada, asciende a 75.001.080 dólares solo hasta julio del 2020.
Llegado a este punto y analizado detenidamente solo los casos de la cebolla y la banana, podemos dimensionar la magnitud de la problemática y las consecuencias negativas sobre la economía de la falta de coordinación entre la Dirección General de Aduanas, La Secretaria de Comercio de la Nación y el Mercado Central. Avanzar en un esquema de coordinación y monitoreo constante de los precios de los productos exportables, se presenta como una necesidad imperiosa para contrarrestar la perdida de divisas, y fundamentalmente, garantizar un nivel de precios accesible a los sectores populares de estos productos esenciales de la canasta básica alimentaria. La información esta disponible entre las distintas áreas del Estado, solo hace falta la decisión política de interconectar dicha información, para evitar este tipo de maniobras de sobrefacturación y subfacturación, que erosionan las arcas públicas, tienen un impacto cambiario negativo y representan un serio golpe a la seguridad alimentaria de los sectores más vulnerables de la sociedad.
Hay decisiones que no pueden esperar, y esta es una de ellas, frenar la especulación sobre el valor de los alimentos, hoy constituye una política clave para garantizar el bienestar social y la consecuente estabilidad política.
(*) Licenciado en Ciencia Política UBA, Opinión Pública y Comunicación Política FLACSO. leandromijaloski@gmail.com
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