Las decisiones políticas-económicas que impactaron en los derechos del sector pasivo argentino supieron de avances y retrocesos en sintonía con los intereses que representaban los actores políticos en cada momento histórico.
Durante el gobierno de Carlos Menem, al calor del Consenso de Washington, se produjo un
drástica reforma previsional que desnaturalizó el tradicional régimen de
Reparto, donde la solidaridad intergeneracional era su norte, para
transformarlo en un régimen mixto junto al de Capitalización individual, cuya
naturaleza era desfinanciar al Estado y maximizar los beneficios de los grupos
económicos que operaban en el mercado de las Administradoras de Fondos de
Jubilaciones y Pensiones (AFJP) y Compañías de Seguro de Retiro (CSR), sin que
importase cual sería el devenir de las futuras jubiladas y jubilados del
sistema.
Bajo falsas promesas comerciales de garantizar idéntica cobertura y tratamiento que el régimen previsional público, el personal asalariado se convirtió en clientela cautiva de estos grupos económicos que terminaron apropiándose de USD 10.000 millones que provenían del cobro de jugosas comisiones que provenían del salario de sus afiliados.
Todo este desfalco legal en perjuicio
de la clase trabajadora que ignoraba el destino de inversión de su mermado
aporte jubilatorio, el exministro Domingo Cavallo favorecía a los empresarios
con la rebaja de aportes patronales en desmedro de las arcas estatales
generando un déficit público descomunal superior a los USD 35.000 millones.
Eran tiempos en los que la militante del sector pasivo Norma
Plá cortaba los miércoles la Av. Rivadavia en compañía de compañeras y
compañeros de ruta, quienes reclamaban el aumento de jubilaciones y pensiones.
La suerte le había sido esquiva, no tuvo empleo registrado en su vida y nunca
se pudo jubilar pese a que trabajó desde los 13 hasta los 62 años. Como única
herencia tenía la pensión de su marido de 150 pesos que no le alcanzaba para
nada.
Esto la motivó, pese a su avanzada edad, a no bajar los
brazos y luchar en defensa del sector pasivo resistiendo, a fuerza de marchas y
cortes de calles, la política económica neoliberal de Domingo Cavallo, quien se
ufanaba ante las cámaras de televisión diciendo que los 10.000 pesos que ganaba
como ministro no le alcanzaba para solventar sus gastos. En tanto, el
exministro imponía un ajuste brutal en las magras jubilaciones y pensiones que
rondaban los 100 pesos/dólares promedio de aquella época.
El Estado debió tomar en sus manos el pago de jubilaciones del régimen de Capitalización individual, significando un negocio ruinoso para un Estado “bobo” que socializaba las pérdidas privadas prohijando a grupos económicos que habían hecho su agosto y emprendían la retirada.
En 1999 la victoria en las urnas de Fernando de la Rúa por
la Alianza UCR-Frepaso puso fin a 10 años de menemismo.
Sin embargo, el país vivía sumido en una profunda recesión
económica por lo cual, el gobierno aliancista decidió “apagar el fuego con
nafta” al sostener contra viento y marea la ley de convertibilidad y tomar severas
medidas de ajuste fiscal, mediante la ley de déficit cero que, a la postre, resultaron
insuficientes para resolver las finanzas públicas.
Dentro de ese vademécum que suelen utilizar los gobiernos
que dicen representar al pueblo, pero luego hacen todo lo contrario, siguiendo
el libreto del Fondo Monetario internacional en ese fatídico 2001, el inefable exministro
de economía Domingo Cavallo y la exministra de Trabajo, Patricia Bullrich arremetieron
aplicando una quita del 13% sobre los salarios de empleados estatales (incluidos
docentes y trabajadores de la salud) y los haberes de 28.000 jubilados y
pensionados.
Al año siguiente, la medida se declararía inconstitucional por la Corte Suprema de Justicia y quedaría sin efecto en 2003 durante la presidencia de Eduardo Duhalde.
El entonces interventor del PAMI, Horacio Rodriguez Larreta
junto a su asesora en recursos humanos y mano derecha, Maria Eugenia Vidal,
bajo una política de ajustes planificada, practicaban una serie de recortes
presupuestarios en el organismo que, con la excusa de sanearlo, deterioraban
seriamente las prestaciones destinadas a jubilados y pensionados.
René Favaloro le daba una cachetada a la realidad argentina disparándose al corazón, a la vez que desnudaba, en palabras póstumas dirigidas a “las autoridades competentes”, la corrupción estructural existente en la obra social de los jubilados.
Como si esto fuera poco, en abril de 2000 la Federación Argentina de Cámaras de Farmacias (FACAF) había presentado una denuncia por presunta “defraudación” e “incumplimiento de los deberes de funcionario público” ante el extinto juez Claudio Bonadío contra los exinterventores del PAMI Cecilia Felgueras, Horacio Rodriguez Larreta, y Daniel Tonietto por presuntas irregularidades y pago de sobreprecios en el otorgamiento de licitaciones para la adquisición y aplicación de vacunas antigripales, donde resultaba beneficiada la competidora Farmacéuticos Argentinos S.A. (FASA) que habría accedido al pliego 60 días antes, lo que le permitió ser la única oferente que pudo cumplir con los plazos de presentación. Finalmente, fueron sobreseídos por el juez Bonadío. No obstante, las dudas persistieron y Rodriguez Larreta fue despedido del PAMI.
Las políticas neoliberales habían dejado tierra arrasada en materia social, el incremento sistemático del desempleo y la precarización laboral sumados a la privatización del sistema previsional vía AFJP, habían impactado negativamente en la sustentabilidad del régimen jubilatorio.
El resultado era devastador, 4 de cada 10 adultos mayores
habían quedado excluidos en la década de los ’90 del derecho a la jubilación.
En 2003 el presidente Néstor Kirchner había recibido la
gestión con una cobertura previsional del 66,1% de la población en condiciones
de jubilarse en ese tránsito “del infierno al purgatorio” que, a la manera de ascensión
virtuosa, nos devolvió la autoestima y la dignidad como pueblo.
Firme en sus convicciones de no dejar sus ideas en la puerta
de entrada de la Casa Rosada, Nestor Kirchner decidió poner en marcha el “Plan
de Inclusión Previsional” que permitió incorporar a 2,8 millones de adultos
mayores al sistema previsional en 2005.
La iniciativa promulgada como ley 25.994, produjo una mejora
distributiva sustancial en los haberes de los adultos mayores, en especial, en
las mujeres que representaron el 73% de las jubilaciones otorgadas a través de aquella
moratoria. Todo un avance pionero en política de igualdad de género.
Transcurrieron tan solo 3 años para que en 2008, la presidenta Cristina Fernandez de Kirchner sancionara la ley 26.425/08 que unificaba el sistema de jubilaciones y pensiones en un único régimen denominado Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), actualmente vigente.
Mediante esta ley se dispuso la transferencia al ANSES de
los depósitos que se encontraban en las cuentas de capitalización de afiliados
y beneficiarios del sistema de AFJP.
La lógica del sistema de reparto volvía nuevamente a
instalarse de la mano de un gobierno nacional y popular, basándose en el
principio de solidaridad, y ampliando el universo de beneficiarios, como
también, los tipos de beneficios que se ofrecería.
Durante la gestión de Cristina Fernandez de Kirchner la proporción de cobertura previsional ascendería a un universo del 93,8%, el nivel más elevado de toda América Latina.
Una vez asumida la presidencia, Mauricio Macri decreta el fin de vigencia de la moratoria previsional establecida en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner el 18 de septiembre de 2016.
Durante 2017, Mauricio Macri lleva
adelante su ansiada reforma previsional cambiando la fórmula de actualización
de haberes ligándola a la pauta inflacionaria oficial en perjuicio de los
jubilados y extiende la edad jubilatoria en forma optativa hasta los 70 años
para los hombres y 65 años para las mujeres.
Atrás había quedado la “ley de
reparación histórica” que el expresidente Macri sostuvo para cumplir con parte
de su electorado de edad avanzada, proclamándose, en forma altisonante y
marketinera, como el elegido en llevar un poco de justicia al sector pasivo.
La realidad verificó todo lo contrario, la modificación de la fórmula de cálculo de la movilidad jubilatoria de esta ley implicó una poda en los haberes de sus beneficiarios.
Además, los resultados estuvieron muy
lejos de las promesas iniciales, ya que los beneficiarios de la ley alcanzaron
a tan solo el 18% del padrón general, al año y medio de su sanción los fondos
destinados al pago de retroactivos e incrementos de haberes representaban un
exiguo 20% de lo que se había presupuestado en su momento y la promesa oficial
de reducir la litigiosidad tampoco se verificó. Los juicios por reajustes de
haberes jubilatorios no se detuvieron.
Si a estas medidas regresivas en materia
previsional, le adicionamos la exclusión de medicamentos gratuitos a personas del
sector pasivo que cobraban menos del equivalente de 1,5 haberes previsionales
mínimos ($ 8.500) que tengan mas de un inmueble o un vehículo de menos de 10
años de antigüedad, tenemos el combo completo. El exdirector ejecutivo del
PAMI, Carlos Regazzoni consideraba que este beneficio de medicamentos gratuitos
“no tienen utilidad para la gente”, los recortes presupuestarios no se hacían
esperar.
Mientras tanto, con total cinismo, el
expresidente Macri hacía el ajuste sobre los más vulnerables, la deuda externa
que en 2015 era del orden del 40% del PIB ascendía al 80%, liquidaba de un
plumazo 247.000 puestos de trabajo formales, bajaba la persiana a 24.505 Pymes,
la desocupación crecía a un ritmo del 12% de la población activa, la
informalidad laboral era la regla, se creaban 189.000 nuevos monotributistas
que intentaban sobrevivir ante tamaño desastre económico, se dilapidaba el 50%
del Fondo de Garantía de Sustentabilidad del ANSES en negociados y dudosas
inversiones y el poder adquisitivo de los jubilados y pensionados sufría una
merma del 20% al fin de su mandato, entre otras salvajadas.
Para
finalizar, el Gobierno del Frente de Todos consciente de la necesidad de una
nueva moratoria previsional que le dé acceso, mediante un plan de pagos
mensuales, a aquellas mujeres de 60 años y aquellos hombres de 65 años que no
tengan acreditados los 30 años de aportes que exige la ley previsional, pudo
hacerse realidad ayer, con esfuerzo político y de cara al pueblo.
Los 134
votos obtenidos para la aprobación de la ley de los bloques del Frente de
Todos, Interbloque Federal, Provincias Unidas y la izquierda, dieron por tierra
con las aspiraciones de los bloques de la derecha opositora, que con 107
sufragios por la negativa de los bloques Juntos por el Cambio (JXC), La
Libertad Avanza de Javier Milei y Avanza La Libertad de José Luis Espert, vieron
malograr su estrategia de volver a victimizar a aquellas y aquellos adultos
mayores que las políticas neoliberales negaron, sistemáticamente, el derecho a
un beneficio previsional.
Se hizo hace justicia en favor de 800.000 argentinas y argentinos que van a poder jubilarse ante la intransigencia de una oposición reaccionaria que deja en evidencia, una vez más, su falta de aprecio por la Democracia y una decadente pretensión elitista de un país para unos pocos.
*Abogado UM
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