El infierno de Monte Longdon

Considerado el combate más encarnizado que tuvo la guerra de Malvinas, un acto de resistencia sin igual que significó un jalón de gloria para las fuerzas patriotas que combatieron a los ingleses hasta el último hombre. A cuarenta años del conflicto bélico entre nuestro país y Gran Bretaña, un recuerdo para los caídos y veteranos de guerra que dejaron su sangre y su vida en ese archipiélago irredento.

Por Jorge Néstor Juncal*


En una carta del Brigadier General Don José de San Martin, rango militar reconocido en su testamento de 1844, que le dirigía a su viejo amigo Tomas Guido, luego de conocer la resistencia heroica de las tropas patriotas contra la escuadra anglo-francesa en la Batalla de la Vuelta de Obligado, de modo exultante, le escribía “los interventores habrán visto que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca.”
El soldado argentino siempre ha dado muestras de valentía y entrega incomparables, virtudes que lo acompañaron y distinguieron en toda su prosapia histórica. Los sucesos acontecidos en el combate de Monte Longdon en la Guerra de Malvinas no fueron la excepción, por el contrario, confirman contundentemente aquella expresión del Libertador.
El 8 de junio de 1982 la guerra debía tener una definición en la batalla terrestre de Puerto Argentino, habida cuenta que ya no podía enfrentarse a los británicos en una batalla aeronaval, dado que el enemigo dominaba el Estrecho de San Carlos. Por otro lado, el combate de Darwin-Pradera del Ganso había resultado un previsible fracaso para las fuerzas patriotas sobre las británicas. Las circunstancias se tornaban acuciantes porque las fuerzas argentinas estaban totalmente sitiadas, sin posibilidades de romper el cerco impuesto por las tropas británicas. Cuadros castrenses señalan con acierto que, la clásica “batalla de cerco”, llamada también “de aniquilamiento perfecto” es de carácter inexpugnable, dado que no es factible que desde afuera una fuerza propia pueda lograr conectarse con la sitiada.
La historia militar moderna recuerda casos similares: Stalingrado (1943), donde se rindieron 200 mil alemanes; Singapur (1942), los japoneses tomaron prisioneros a 80 mil británicos, y Dien Bien Phu (1954), donde los vietnamitas cercaron, derrotaron e hicieron rendir a 12.000 franceses.
La Compañía “B” del Regimiento de Infantería 7 a las órdenes del Mayor Carlos Carrizo Salvadores, quien contaba con el refuerzo de la 1ra Sección de Ingenieros de Compañía de Ingenieros 10 y una Sección de ametralladoras de la infantería de Marina, había constituido un punto fuerte denominado “Subsector Plata” donde podía defender la posición desde todos los frentes. En el anochecer del 8 de junio, patrullas adelantadas de las fuerzas nacionales habían detectado la aproximación de fuerzas de infantería inglesas en el terreno. Inmediatamente se toma la decisión de repelerlas con ataques de morteros pesados y se solicita apoyo de fuego sobre la zona de avance del enemigo, que termina por replegarse hacia el Noroeste. Las acciones continuaron los siguientes tres días produciéndose varios ataques aéreos. La zona en conflicto se convertía, por momentos, en un verdadero infierno a cielo abierto. A las 20,30 hs. del 11 de junio, el cañoneo artillero del enemigo se intensificaba cortando los tendidos telefónicos, hecho que afectaba la comunicación de los argentinos. Las fuerzas patriotas quedaban comunicadas solo por radio, mientras el personal de comunicaciones, bajo fuego enemigo, pudo restablecer el tendido una hora más tarde.

Siendo las 21,30 hs. el subteniente Juan Domingo Baldini, Jefe de la 1ra Sección, alerta a las otras secciones que el enemigo había alcanzado su posición y se aprestaba a lanzar un contraataque. Este acto terminó con la vida del valiente oficial y la del Cabo Ríos, quien cayó exánime a su lado. Aproximadamente a las 22,00 hs. el batallón de Paracaídistas 3 (Para 3) de las fuerzas británicas ataca Monte Longdon, que seguía defendido por el Mayor Carrizo Salvadores quien comandaba una compañía del Regimiento de Infantería 7.

Mientras avanzaban y tomaban posiciones los efectivos del batallón de paracaidistas británicos, un soldado inglés pisa y hace detonar una mina antipersonal, perdiéndose la sorpresa táctica de las fuerzas argentinas. Con el ánimo de recuperar las posiciones de la 1ra Sección del extinto subteniente Baldini que se encontraba cercada, el jefe de la Sección de Ingenieros 10, Teniente Hugo Aníbal Quiroga, se dispuso a lanzar un ataque sobre dicho sector, consiguiendo que el enemigo se repliegue momentáneamente, ya que nuevas tropas británicas presionaban sobre distintos flancos de combate.
“Así se inició un intenso combate que duró el resto de la noche, hasta que la compañía inició una difícil y confusa retirada hacia Puerto Argentino. Una de las características de la lucha fue que se llegó al combate cuerpo a cuerpo, con “bayonetas caladas”, algo bastante infrecuente en la guerra moderna. La lucha fue encarnizada, duró diez horas, pero el batallón británico era superior en número de hombres, en armamento, en equipamiento, en adiestramiento y contaba con visores nocturnos y apoyo de fuego naval.”, así lo relataba a un diario matutino el veterano de guerra, Gral. Martin Balza.
En el fragor del combate, la determinación de los soldados argentinos en la lucha “cuerpo a cuerpo”, en total inferioridad de condiciones, hizo detener el avance inglés y estabilizar la situación del sector. Mientras tanto, la Compañía B del Mayor Carrizo Salvadores era hostigada y atacada por el enemigo desde el Oeste, Suroeste y Noreste, circunstancia que ameritaba el pedido de efectivos al Jefe del Regimiento 7 a efectos de acometer un nuevo contrataque sobre posiciones enemigas.

Los refuerzos llegan en las primeras horas de la madrugada del 12 de junio. La primera Sección de la Compañía C del Regimiento 7 al mando del Teniente Raúl Castañeda, hoy veterano de guerra, arribaba al sector de la Compañía B del Mayor Carrizo Salvadores, habiendo marchado bajo fuego británico durante todo el trayecto. El teniente Castañeda recibe la orden de ejecutar un contraataque en dirección Noroeste para envolver a los británicos, sector desde donde era asediada la Sección Ingenieros y lo que quedaba de la 1ra Sección del extinto Subteniente Baldini.
“El avance fue terrible, de noche, como a las 2 de la mañana, frío, pozos, mucha agua, prácticamente llovió todos los días. Íbamos caminando y a cada rato nos tropezábamos y nos caíamos. Ya subiendo el Monte Longdon, aproximadamente por la mitad, ubico la Sección en línea. Como el Monte estaba lleno de callejones, nos apoyábamos contra las piedras para cubrirnos.”, así lo relata el propio Teniente Castañeda, ex veterano de guerra.
A las 3:00 hs del 12 de junio, Castañeda entra en combate enfrentando a las fuerzas enemigas que lo superaban ampliamente. Sin embargo, su embestida alcanzó a replegar a los británicos, que se valieron de un fuego masivo de morteros para neutralizar a las fuerzas argentinas. El ímpetu argentino era detenido por este ataque de morteros que iniciaba un nuevo ataque inglés, ahora reforzado con nuevos efectivos. La prensa británica se hizo eco de esta denodada batalla, el corresponsal británico Leslie Dowd del “The Sunday Times Insight Team” dijo que el combate de Longdon “fue la noche más terrible de mi vida. El Para 3 británico tuvo 23 muertos y 47 heridos”, se refería a los comandos paracaidistas británicos que habían capturado la cima del Monte.
Los osados 40 hombres de la sección del Teniente Castañeda, causaron numerosas bajas al enemigo, y si bien no lograron retener el Monte, la historia cubrirá de gloria su memoria.
A las 5:00 del 12 de junio, arreciaba el fuego de artillería, morteros y bengalas convertían al cielo en un averno. Los efectivos británicos varias veces superiores en número a los argentinos atacaban sin tregua desde el Norte, Noroeste, Oeste y Suroeste. La confusión de las fuerzas patriotas era total y en esas difíciles condiciones se emprendía la retirada, según relata el Gral Martin Balza:
“En uno de sus pedidos de fuego, el observador adelantado del GA 3, teniente Alberto R. Ramos, asignado al RI 7, me informó: “¡Esto es un infierno! Hay ingleses por todos lados. Por momentos es difícil identificar si las explosiones de los proyectiles de fragmentación y de iluminación son nuestros o de los ingleses”. Su última transmisión fue: “Se inició la retirada hacia el este”.
Al día siguiente me informaron que no estaba entre los que regresaron. Se lo consideró como desaparecido hasta que en 2018 su cuerpo fue identificado y hoy descansa como tantos otros soldados en un lugar histórico de la Argentina: el cementerio militar de Darwin.” Disculpando la digresión de ser autorreferencial en la nota, el Teniente Alberto R. Ramos fue mi superior cuando hice el servicio militar en Campo de Mayo en 1981, valga esta evocación como homenaje a su memoria.

Volviendo al combate, las fuerzas argentinas no contaban con refuerzos para intentar un nuevo contraataque a la vez que, sus municiones estaban exhaustas. La artillería patriota castigaba las posiciones inglesas, pero los británicos no cedían ni un centímetro de terreno. Siendo las 6:30 hs. el Comandante de la Agrupación Puerto Argentino ordena la retirada de las tropas argentinas hacia Wireless Ridge, sin perjuicio de cubrir ese repliegue con fuego de artillería masivo sobre las alturas de Monte Longdon.

Los valientes soldados argentinos, extenuados y dignos de una faena sin precedentes, inician su retirada a Puerto Argentino.

De los trescientos efectivos destinados a este combate, solo regresaron noventa de ellos a la capital malvinera. El Regimiento de Infantería 7 del Teniente Castañeda tuvo 36 muertos y 148 heridos. Sin dudas el Monte Longdon representó un verdadero pandemónium para ambos bandos en aquella campaña para recuperar la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas. La negra muerte blandía su guadaña sin compasión en la encarnizada batalla de Monte Longdon. Nuestros combatientes se trababan en dura lucha por la supervivencia en la oscuridad más absoluta, iluminados solo por el cañoneo de morteros, obuses, fogonazos de bengalas, munición trazadora y centelleo de bayonetas y cuchillos, al son de una música macabra que nublaba su entendimiento. Sus cuerpos ateridos se encendían con el fuego sagrado de luchar por ese territorio irredento, ofrendando sin rencor sus últimos hálitos y pensamientos en suelo malvinero. Héroes que tuvieron la virtud inclaudicable de comportarse como verdaderos espartanos en el campo de batalla, dieron todo lo que tenían para dar, el más grande sacrificio que puede pedírsele a un soldado que juró a la Patria, defender su bandera hasta perder la vida.

¡VIVAN POR SIEMPRE LOS VETERANOS Y CAIDOS EN LA GUERRA DE MALVINAS!

¡VIVA LA PATRIA!



*Abogado UM

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