Este viernes 25 de marzo se cumplieron 45 años del día en que Rodolfo Walsh era asesinado en un enfrentamiento con un grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma) en el barrio de Boedo.
Por Jorge Néstor Juncal*
En 1956, mientras jugaba una partida de ajedrez, escuchó al azar una conversación sobre los fusilamientos de José Leon Suarez, circunstancia que lo incentivará a escribir su célebre “Operación Masacre” que se inscribe exquisitamente en el género negro de aquellos años y de lectura imprescindible.
En 1959, cautivado por la revolución que se estaba desarrollando en Cuba, viajó a la isla y fue allí donde nace su faceta periodística al fundar junto a Jorge Masetti, Rogelio García Lupo y Gabriel García Marquez la Agencia Prensa Latina. La idea fundante había sido de Ernesto “Che” Guevara quien creía que una agencia informativa independiente serviría para que la revolución tuviera su propia voz, y así, desbaratar operaciones de bloqueo informativo, tergiversaciones y fake news provenientes de cableras y corresponsales de Estados Unidos y sus aliados occidentales.
El rol que cumplió Walsh en la agencia fue fundamental al descifrar un total de ocho teletipos de la CIA con información sobre un plan de la potencia de occidente para invadir la isla. Una vez decidido su regreso a Argentina, decidió pasar por España dado que había conseguido una entrevista con Juan Domingo Perón, de la que solo quedará un cuento inconcluso.
Ya adentrado en los ‘60, Walsh publicó obras de teatro como “La granada y La batalla”, y el libro “Un kilo de oro”, luego le seguirán “¿Quién mató a Rosendo?”, acerca del vandorismo. Desde 1968 hasta 1970 trabajó en revista Panorama. Se adhirió a la militancia sindical peronista junto a su última compañera, Lilia Ferreyra. Entre mayo de 1968 y febrero de 1969 dirige el Semanario CGT de los argentinos, durante los años de enfrentamiento al régimen militar del general Juan Carlos Onganía. En los ’70 ingresó en el peronismo de base, “profesor Neurus” era uno de sus seudónimos. Su especialidad era descifrar códigos del área de Inteligencia. En 1973 se unió a Montoneros. Trabajó en el diario Noticias junto a Juan Gelman, Horacio Verbitsky, Paco Urondo y Miguel Bonasso.
Habían transcurrido tres meses del golpe militar de 1976, y Walsh decide crear la Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA) con el fin de “Derrotar el terror al acceso a la información de los que informan". Encaramado en su trinchera detrás de una máquina de escribir Remington, Walsh se proponía generalizar la información obtenida que el régimen vedaba a la fuerza o comprando voluntades. Desde allí, exhortaba (e imploraba) al lector que se topara con su material:
La palabra como arma
Habían transcurrido tres meses del golpe militar de 1976, y Walsh decide crear la Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA) con el fin de “Derrotar el terror al acceso a la información de los que informan". Encaramado en su trinchera detrás de una máquina de escribir Remington, Walsh se proponía generalizar la información obtenida que el régimen vedaba a la fuerza o comprando voluntades. Desde allí, exhortaba (e imploraba) al lector que se topara con su material:
"Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información".
Su testimonio se transformaba para el régimen en un arma peligrosa que había que acallar a la brevedad. Se entera de la muerte de su hija Maria Victoria Walsh “Vicky” a través de un comunicado del Ejército cuando se encontraba en una reunión. Luego en “Carta a mis Amigos” narrará las situaciones atravesadas por Vicky y sus compañeros cuando se encontraban en la casa de la calle Corro del barrio de Flores. Un soldado, testigo y partícipe del enfrentamiento, le había contado a Walsh los pormenores de lo sucedido. “El combate duró más de una hora y media. Un hombre y una muchacha tiraban desde arriba. Nos llamó la atención la muchacha porque cada vez que tiraba una ráfaga y nosotros nos zambullíamos, ella se reía.” Un compañero de Vicky se dispuso a estar a su lado en la última decisión, Walsh lo describe con las palabras del testigo: “De pronto, dice el soldado, hubo un silencio. La muchacha dejó la metralleta, se asomó de pie sobre el parapeto y abrió los brazos. Dejamos de tirar sin que nadie lo ordenara y pudimos verla bien. Era flaquita, tenía el pelo corto y estaba en camisón. Empezó a hablarnos en voz alta pero muy tranquila. No recuerdo todo lo que dijo. ‘Ustedes no nos matan’ dijo el hombre ‘nosotros elegimos morir’. Entonces se llevaron una pistola a la sien y se mataron enfrente de todos nosotros.”
Devastado por la noticia de la muerte de Vicky, Walsh sabe a ciencia cierta que debía morir combatiendo a los militares, detestaba tomar otras resoluciones no del todo honrosas, según su criterio, como la pastilla de cianuro. Estaba decidido a no torcer su derrotero, por más que la “Orga” hubiera decidido de antemano su traslado para salvarlo. Una vez más, la Remington como herramienta salvadora y su testimonio como única arma. Da a luz un alegato contra la dictadura genocida que, al leerlo hoy día, estremece hasta las fibras más íntimas por la crudeza que utiliza al describir la situación que vivía el país a tan solo un año de ese maldito golpe de Estado, la “Carta abierta a la Junta Militar”.
Dispuso que su difusión debía hacerse por correo a diarios argentinos y a corresponsales extranjeros. A un año del golpe militar de 1976, la prensa se encontraba censurada, las desapariciones de personas y las ejecuciones sumarias eran moneda corriente por esos días. “La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento a mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos -Francisco “Paco” Urondo- y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos”, el escritor daba cuenta de la situación personal por la que estaba pasando y estaba determinado en su designio.
Mientras el país se teñía de sangre, el plan económico de Martinez de Hoz, preparado en connivencia con sectores dominantes de adentro y de afuera, todavía impunes, llevaba a la “miseria planificada”, según sus propias palabras. Walsh caracteriza a la Junta militar con una claridad meridiana y se diferencia de la conducción de Montoneros diciendo:
“El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno de que formaban parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su política represiva, y cuyo término estaba señalado por elecciones convocadas para nueve meses más tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no fue el mandato transitorio de Isabel Martinez sino la posibilidad de un proceso democrático donde el pueblo remediara males que ustedes continuaron y agravaron”.
Walsh no apuesta al empeoramiento de la situación política argumentando “cuanto peor, mejor”, por el contrario, en su “Carta” hace responsables a los militares golpistas de haber obturado la vía democrática que hubiera posibilitado remediar los errores del gobierno de Isabel, sin la entrega del país al extranjero y el baño de sangre que propugnaban.
“Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decena de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror”.
Recordemos que la Carta fue escrita al cumplirse el primer aniversario del golpe del 24 de marzo de 1976, por lo cual, las cifras mencionadas por Walsh son parte del horror de casi ocho años de dictadura. Walsh detalla con exactitud la información de la que dispone, eso habla de que se encontraba íntegro y lúcido a pesar de la persecución de la que era objeto.
“Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país, virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límites y el fusilamiento sin juicio.”
La tortura como práctica de delación efectiva fue constitutiva para el régimen militar: “…han despojado ustedes a la tortura de su límite de tiempo. Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo ante el juez en diez días según manda la ley que fue respetada aun en las cumbres represivas de anteriores dictaduras…La falta de límite en el tiempo ha sido complementada con la falta de límite en los métodos, retrocediendo a épocas en que se operó directamente sobre las articulaciones y las vísceras de las víctimas, ahora con auxiliares quirúrgicos y farmacológicos de que no dispusieron los antiguos verdugos.”
Ese párrafo muestra el espanto en toda su dimensión, como si en aquella época se hubiera materializado la Francia del siglo XVIII donde se glorificaba el suplicio sufrido por el condenado, instancia que daba inicio a la etapa de investigación, pero esta vez con asesinatos en masa, sin marco legal que ampare el proceso del detenido-desaparecido y la práctica de torturas sin límites en el tiempo, con un nivel de cruel sofisticación que hacía llevar a las víctimas a paroxismos de dolor. Las cifras que denuncia Walsh resultan inapelables, desnuda la mentira que aún hoy los miserables negacionistas propalan destruyendo la excusada “guerra contra la subversión” diciendo: “1.220 ejecuciones en trescientos supuestos combates donde el oponente no tuvo heridos y las fuerzas a su mando no tuvieron muertos”. Walsh revela la masacre que se estaba produciendo, ejecuciones sumarias contra civiles desarmados que en nada se asemejaban a una guerra. Respecto a la cuestión económica, Walsh emparenta el terror con el proyecto económico de la Junta Militar:
“En la política económica de ese gobierno debe buscarse no solo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.”, y continua “En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40 por ciento, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30 por ciento, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar , resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales”.
El verdadero sentido de tanta muerte y desolación era la imposición de un proyecto económico que aniquilará sin más, la generación dorada de dirigentes políticos, sindicales y sociales para dar paso a una época de postración social que nos costará décadas revertir. Luego, Walsh enmarca la relación entre represión y política económica puntualizando: “…elevando la desocupación al récord del 9 por ciento y prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificado de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron.”
En relación a los beneficiarios de esta política económica implementada con mano de hierro, no duda al señalar: “Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay y a Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S. Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martinez de Hoz y todos los miembros de su gabinete.” Este fragmento de la Carta nos lleva a la reflexión de que la dictadura genocida fue derrotada políticamente a partir del “Nunca Más” del juicio a las Juntas y los juicios que se siguen sucediendo hasta ahora, sin embargo, sus mandantes todavía disfrutan de una impunidad total fruto de un proceso de memoria, verdad y justicia aún inconcluso.
Las palabras del célebre periodista militante cobran un valor y vigencia inusitados al compararlas con la actualidad. Todavía hay quienes sostienen alegremente y sin que se les cuestione que “Achicar el Estado es agrandar la Nación”, y aún más, otros se atreven a negar lo ocurrido con el terrorismo de Estado, prueba manifiesta que al negacionismo histórico se lo combate con determinación, a cara descubierta, sin ambages ni medias tintas. Walsh buscaba concientizar sobre los mismos males que padecemos hoy día. Su último día en esta tierra, significó el máximo sacrificio que se conozca de criatura humana y la mayor ofrenda que tenía en pos de grabar a fuego lo que él había escrito con la Remington en la trinchera de su casa en el Tigre.
La suerte estaba echada ese 25 de marzo de 1977, el autor de Operación Masacre se encontraba en plena tarea de difusión de su “Carta abierta de un escritor a la Junta Militar”, en momentos en que se disponía a enviarla por correo a las redacciones de los diarios, fue interceptado en Av. San Juan y Av. Entre Ríos de Capital Federal por un grupo de tareas de la ESMA entre las 13:30 y las 16:00.
Este grupo de Tareas estaba comandado por el oficial de Inteligencia Garcia Velasco. Relatos acercados por sobrevivientes de la ESMA, dieron cuenta que Walsh debía ser “tackleado”, al mejor estilo de Rugby, por el oficial Alfredo Astiz para capturarlo con vida, pero falló en su intento. En un instante de confusión, Rodolfo Walsh gatilló su revólver calibre 22 que guardaba en la entrepierna. Producto de esa maniobra defensiva, uno de sus agresores resultó herido en la pierna quedando rengo. Finalmente, Walsh terminaría asesinado por esos sicarios y su cuerpo inerme -todavía desaparecido- llevado como trofeo de guerra a la ESMA.
Todo un símbolo de lucha y entrega hasta el final, ese final que desean los combatientes de verdad. Siempre leal a sus convicciones de confiar en el poder de la palabra para transformar la realidad, supo advertir, premonitoriamente, el trágico final que le esperaba al epilogar su Carta que, hasta hoy, representa un legado histórico invalorable. “Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.”
*Abogado UM
0 Comentarios