Estado presente no es Estado para todos

De frente a un nuevo 8M, nos encontramos nuevamente el colectivo de mujeres pensando y re pensándonos. Porque eso es en gran parte lo que hacemos a lo largo de todo el año y cada año que pasa. Cada 8 de marzo miramos el año que paso y evaluamos cómo estamos. ¿Qué recorrido hicimos? ¿Qué logramos? Y lo que desde nuestro lugar consideramos más importante: ¿Qué no logramos?

Por Ana Clara Torres*


Que no se entienda mal, desde nuestro espacio de militancia y construcción, valoramos y celebramos cada logro que nos acerca y garantiza el avance de nuestros derechos, hacia la igualdad por la que luchamos todos los días. Porque eso es lo que hacemos, mas allá de las fechas donde nos visibilizamos, salimos a la calle, nos ponemos el pañuelo verde, pintamos las paredes y lloramos juntas de emoción o de rabia; hay un trabajo de militancia peronista y feminista que es la batalla que damos los 365 días del año. Es ese estar, en cada territorio, en cada barrio, en cada espacio adonde entendemos que hay una necesidad, para tratar de que llegue allí, el derecho que la cubra. Y no llevando alivio y una mano salvadora, sino llevando la herramienta más poderosa que tenemos, que es el conocimiento pleno de nuestros derechos.
Como mujeres y como ciudadanas. No alcanza un Estado que genere políticas de inclusión e igualdad, ese Estado tiene que poder llegar a todos. Y de eso justamente queremos hablar este 8M: Estado presente… ¿Es para todes?
Es larga, afortunadamente, y por demás conocida la legislación en favor de la igualdad que las mujeres y disidencias hemos conquistado en estos últimos tiempos: avances legislativos en programas de derechos sexuales y reproductivos, Ley de matrimonio igualitario, Ley de identidad de Género, Ley de Protección integral para erradicar la violencia hacia las mujeres, Ley de cupo femenino, parto respetado, Ley Brisa, Ley Micaela, Cupo Laboral Trans, Interrupción legal del embarazo, Ley de prevención y sanción de la trata…y otras. No vamos a aburrirlos con listados, ya todos las conocemos y podemos encontrarlas en el boletín oficial del día. La pregunta que queremos hacernos hoy es: ¿esas leyes llegan a todas? La respuesta es, lamentablemente, no.

Quienes caminamos y conocemos el territorio, en especial el de nuestra querida Matanza, sabemos que el acceso a los derechos no es para todes. Sigue primando la burocracia que no hace más que alejar a quienes más lo necesitan, a los recursos que se supone existen. Y se suponen, porque aunque figuren en nuestra Constitución, no se cumplen. Sigue siendo difícil instalar la ESI en los espacios educativos, siguen habiendo detractores, siguen habiendo servicios de salud que amparados en la objeción de conciencia privan a nuestras personas gestantes del acceso al aborto legal y voluntario. Seguimos peleando por ocupar espacios de gestión y responsabilidad, esperando que los varones nos “cedan” el lugar. Siguen las comisarias y juzgados llenos de funcionarios que re victimizan a las personas que intentan denunciar la violencia. Y sigue decidiendo sobre nosotras y nuestras vidas, el sistema judicial patriarcal que lejos de traernos justicia y protegernos, nos señala, nos condena y libera a los machos que nos violan, nos matan y nos devuelven en una bolsa de basura. O nos entierran. Nos entierra el macho que nos mata, y nos entierra la justicia en sus claustros rancios y cómplices. Sigue siendo un derrotero incansable el acceso a los derechos.
Lejos de rendirnos, las mujeres construimos redes. Redes de contención y acceso a la justicia. Lo hacemos con nuestros recursos propios, poniendo nuestro tiempo, nuestros espacios, nuestros cuerpos y nuestra militancia. Estamos poniendo la vida en eso. Nos seguimos organizando entre nosotras, sosteniéndonos. Pero no alcanza.
Este es el feminismo popular y peronista que promovemos y militamos de sol a sol. Aquel que no se quede solo con consignas de colores, ese que sale a la plaza a llenarse de glitter una vez por año. Desde acá, construimos para que cada compañera sea consciente de sus derechos, para que pueda acceder a ellos, para que sepa que su poder radica en ella y su fuerza, que no puede ser usada y es tan valiosa como cualquiera, que pueda sostenerse económicamente, tomar sus decisiones, reclamar lo que le corresponde y no tenga que quedarse sujeta a ninguna violencia por no tener voz o solo por ser mujer. Que elija ser madre, o no serlo. Vender su cuerpo, o gozarlo. Trabajar fuera de casa o adentro, y que sepa que eso también es trabajo. Que decida estudiar, y tenga los recursos para hacerlo. Que sea quien quiera ser.
Fíjate bien lo que sustenta estas ideas: nuestra independencia económica, la soberanía sobre nuestra existencia y la justicia social. El feminismo que no construye sobre estas raíces, está destinado a quedarse en relato.
Reforma judicial feminista no es una consigna grandilocuente alejada de la calle. Es justamente, lo que nos toca en las entrañas todos los días. Fíjate bien lo que pedimos, atrás de esa lista de legislación que dejamos más arriba:

Pedimos que nos dejen votar.

Pedimos que nos dejen decidir sobre NUESTROS cuerpos.

Pedimos que nos dejen gestar y parir, o no parir, en un ambiente saludable.

Pedimos que nos dejen casarnos con quien deseamos.

Pedimos igualdad de condiciones laborales.

Pedimos poder participar en la vida política de nuestra Patria.

Pedimos que nos brinden asistencia económica si nos mataron a nuestra madre, o que cuiden a nuestros hijos si las asesinadas fuimos nosotras.

Pedimos poder trabajar si no somos binaries.

Pedimos que no nos suban a un auto y nos mantengan drogadas para vendernos como prostitutas.

Pedimos que no nos violen.

Pedimos que no nos quemen.

Pedimos que no nos rompan los huesos a golpes.

Pedimos que no nos empalen.

Pedimos que no nos violen en grupo.

Pedimos que no nos maten.

Léelo bien.

Lo que para los hombres fue dado, para nosotras es lucha. Si entendés eso, estamos más cerca de que reine finalmente en el pueblo, el amor y la igualdad.
 

*Psicóloga UBA

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