Otra herencia del neoliberalismo: Modelo sojero de desarrollo o Sojización. La devastación de recursos naturales. La salud de las poblaciones rurales. Modelo de desarrollo agropecuario sustentable, un debate pendiente.
Por Jorge Néstor Juncal*
“El concepto moderno de una nación democrática en marcha impone la distribución equitativa de la riqueza que su suelo produce” Juan D. Perón.La década de los ’90 trajo aparejado para el país cambios estructurales dramáticos, entre ellos, la adopción del modelo sojero de desarrollo o sojización, que todavía redunda en menoscabo de la soberanía alimentaria y económica del país. El modelo productivo del sector agrario sufrió un cambio copernicano, cuando el gobierno neoliberal de Carlos Saul Menem implementó medidas que habían sido reclamadas desde siempre por las principales entidades del agro.
En primer lugar, aquel gobierno decidió la no obligatoriedad de liquidar en el Banco Central, las divisas provenientes de las ventas al exterior, a través del Decreto 530/91. Esta medida favoreció la progresiva formación de activos externos (fuga de divisas) de las grandes cerealeras y productores agropecuarios. Mas adelante, el gobierno dictaba el decreto 2284/91 que disolvía la Junta Nacional de Granos (JNG) y eliminaba los derechos de exportación. Entre 1990 y marzo de 1991, el gobierno redujo su intervención en el mercado de granos a la mínima expresión, llevando las retenciones agropecuarias de 15% a 0% en trigo, 26% a 6% en soja y de 18% a 0% en aceite y pellets de soja.
Como si esto fuera poco, Menem aplicaba los postulados del Consenso de Washington, desregulando la actividad agropecuaria y sometiéndola a las reglas del mercado, mientras el campesinado argentino, era ruinosamente endeudado y despojado de sus tierras.Entonces hizo su debut el llamado “modelo sojero de desarrollo”, con la aprobación, en tiempo récord y sin estudios previos, de la soja transgénica de Monsanto que produjo profundas y complejas modificaciones en el sistema agroalimentario nacional. Las consecuencias sociales y ambientales de tamaña metamorfosis, todavía no han sido sopesadas en toda su magnitud. Entre 1996 y 2020 la superficie sembrada de soja transgénica pasó de menos de 7 millones a más de 17 millones de hectáreas, el 55% de la superficie cultivada del país, incrementándose su producción de 15 millones a más de 50 millones de toneladas.
Es dable señalar, nobleza obliga, que el gobierno de Cristina Fernandez de Kirchner en 2008 intentó frenar el modelo de “sojización” del menemato, a partir de un incremento en las retenciones a la exportación de soja. Esta medida generó tal resistencia de las oligarquías terratenientes que, con ayuda de partidos políticos opositores y medios de comunicación, originaron una crisis destituyente que hizo retroceder al gobierno con la medida. El resultado de este “putsch” agrario se tradujo en el afianzamiento del poder de entidades rurales y los agronegocios hasta la fecha.
La devastación de recursos naturales
Uno de los factores más importantes que afectan a la conservación de la biodiversidad, es el cambio de uso de la tierra para cultivar soja, que provoca la pérdida irreversible de recursos naturales. La deforestación propiciada para cultivar esta oleaginosa, causa una importante fuente de emisión de dióxido de carbono a la atmósfera que incrementa el cambio climático global. Además, la eliminación de bosques nativos, producto de la deforestación, disminuye la calidad de vida de millones de personas en el mundo, dado que muchos de los servicios ecosistémicos esenciales aprovechados por las sociedades actuales provienen de sistemas boscosos.Los bosques nativos, además de ser la mayor biomasa vegetal acumulada del país, poseen una amplia diversidad de recursos naturales de valor comercial y funciones clave para el desarrollo de la sociedad. Estos brindan servicios ambientales esenciales que contribuyen a la regulación de los ciclos climáticos, del agua, de los nutrientes y la formación de suelos. Se estima que los bosques nativos albergan más del 70% de su diversidad.
Argentina contaba con una cobertura boscosa original de 160 millones de hectáreas, para 2007 solo quedaron 28 millones de ellas. La búsqueda de nuevas tierras cultivables para la soja a partir de mediados de los ’90, originó que se pasara de 38.000 hectáreas cultivadas en 1970 a 16 millones en 2006.Esta vorágine expansionista del monocultivo ha ido corriendo la frontera agropecuaria de la mano del modelo sojero del neoliberalismo, en desmedro de los bosques nativos. La masiva deforestación provocada al calor de, cada vez, mayores ganancias en las exportaciones, incrementó la producción granaria en regiones no aptas para la agricultura intensiva, ocasionando a la par, impactos severos sobre la salud de los suelos, pérdida de nutrientes en exceso y desertificación de grandes zonas en nuestro país.
La salud de las poblaciones rurales
La producción de soja transgénica es hábilmente condicionada a un “paquete tecnológico” impuesto por los monopolios extranjeros, para que el agronegocio de la oleaginosa cierre por todos sus costados. Este “paquete tecnológico”, pocas veces cuestionado desde las esferas oficiales, tiene una característica central: el uso de semillas transgénicas, maquinarias con poca mano de obra (un trabajador cada 100 hectáreas contra los 10 por hectárea que requiere la agricultura familiar); la aplicación de grandes cantidades de agroquímicos y fertilizantes.Estas particularidades generan que los productores agropecuarios se conviertan en la demanda cautiva de estos monopolios, produciéndose una dependencia muy nociva para la sociedad en su conjunto. El verdadero negocio de estas corporaciones no es la venta de semillas transgénicas, sino de los agroquímicos que se utilizan para su cultivo. El diseño del cultivo transgénico redunda no tanto en propender al crecimiento de la productividad, por el contrario, promueve que los productores compren y diseminen el uso de agroquímicos de manera criminal e irresponsable.
En Argentina se utilizan 300 millones de litros por año de agroquímicos para la producción de granos de nuestro país, de los cuales unos 200 millones son de Glifosato. A raíz de esto, las afecciones en vías respiratorias y problemas renales crecieron cerca de un 400%, y se triplicó el número de bebes nacidos con malformaciones y los casos de cánceres en niños menores de diez años.La ciencia ha probado distintos efectos perjudiciales sobre la salud provocados por el Glifosato, agroquímico asociado a la soja transgénica de Monsanto, por ejemplo: a) Inducir divisiones y mutaciones en células de mamíferos; b) Ser un potente disruptor hormonal e incluso puede ser letal para células placentarias; c) Generar alteraciones en el desarrollo embrionario de vertebrados; d) Inducir necrosis celular, y e) Provocar la aparición de procesos neoplásicos como cánceres, y malformaciones neuronales, intestinales y cardíacas.
Modelo de desarrollo agropecuario sustentable, un debate pendiente.
La “segunda revolución verde” de fines del siglo XX, vino de la mano, no ya de los Estados nacionales como lo fue la primera, sino de grandes corporaciones del agronegocio. Para ello se sirvieron del mercado financiero internacional que, una vez más, vía endeudamiento externo soberano, debía instaurar el esquema neoliberal en la región, para colonizar con este monocultivo vastos territorios del “patio trasero” de grandes potencias.La explotación sin restricciones del cultivo de esta oleaginosa, como también otros recursos naturales y sus ricos ecosistemas (agua, tierra, hidrocarburos, minerales, biodiversidad), son de un valor geoestratégico fundamental para el crecimiento del sistema financiero global. La biotecnología y el cientificismo-tecnológico, transformados en instrumentos letales de las corporaciones contra pequeños campesinos y economías regionales, víctimas propiciatorias de un esquema económico que no los considera. Las poblaciones rurales convertidas en rehenes de las corporaciones, colonizadas como “siervos de la gleba”, que ven perder su patrimonio con total impotencia, a la vez que son privados de su salud y degradada su soberanía alimentaria.
Es un debate impostergable, vencer las contradicciones existentes y determinar si, realmente, el lucro voraz de agentes internos y externos, se justifica por sobre el daño profundo que se le infiere, impunemente, al ecosistema y a la integridad física de miles de compatriotas.Nadie pone en duda las extraordinarias ganancias que ha generado y sigue generando el monocultivo de soja transgénica en Argentina, así como el ingreso de divisas que sirven para motorizar al país en momentos cruciales, más esto no debe esclavizarnos en desmedro del ecosistema y nuestra calidad de vida.
Por nosotros y las futuras generaciones, es hora de abrir debate sobre la continuidad del actual modelo sojero del neoliberalismo, de no hacerlo, jamás podremos aspirar a lograr una verdadera soberanía alimentaria y un modelo de desarrollo agropecuario sostenible.
*Abogado UM
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