27 de abril del 2003: La elección que consagró a un Estadista

La historia de un país se forja con ideales, pero estos son “cáscaras vacías” sin hombres y mujeres que pongan el cuerpo y los lleven adelante. Néstor Kirchner soñaba algún día sentarse en el sillón de Rivadavia desde mucho tiempo antes de poder lograrlo. El destino jugaría a su favor, y consecuentemente, a favor de los argentinos y argentinas.

Por Jorge Néstor Juncal*


El presidente provisional Eduardo Duhalde atravesaba un momento delicado en su gestión, y debía dar elecciones en un corto plazo. La anomia ganaba la calle al grito de “que se vayan todos”, la empresa era para valientes. La situación desalentaba a más de uno, y no daba margen para errores, ni cabildeos. Tiempo antes Alberto Fernandez, nuestro actual presidente, le había propuesto a Kirchner “arreglar con Duhalde”, en conocimiento de que la relación entre ellos nunca había resultado óptima, y por momentos hasta zigzagueante, pero la crisis social apuraba un posible entendimiento. 
La relación entre Kirchner y Duhalde databa de 1998, cuando el santacruceño, único gobernador no menemista, había apoyado la candidatura del bonaerense a la presidencia, que al año siguiente la perdería a manos del binomio “chupete” De la Rúa – Chacho Álvarez. El entonces presidente Menem en tándem con el grupo Clarín, habían resultado un “salvavidas de plomo” para las aspiraciones del exgobernador bonaerense. A Duhalde le corría tiempo de descuento para definir una candidatura, las movilizaciones de protesta surcaban como ríos la geografía del país. En tan solo seis meses el gobierno llego a contabilizar once mil movilizaciones de protesta, la Argentina hecha trizas clamaba por Justicia Social. No había solución de continuidad para el gobierno provisional de Eduardo Duhalde, los hechos del Puente de Avellaneda y los asesinatos de Kosteki y Santillan por fuerzas policiales, fueron un baldón para su corto mandato y marcaban a fuego los tiempos políticos por venir.

Un mar de candidaturas

El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Sola, aparecía como candidato “in pectore” para ocupar la primera magistratura, pero terminó declinando el ofrecimiento. Luego llegó el turno para el gobernador santafecino Carlos Reutemann, el Lole media 40 puntos y era el candidato ideal para ganarle a Menem, pero, al parecer la idea no lo entusiasmaba y esgrimió excusas poco convincentes. Había algunos malintencionados que decían que como buen piloto de fórmula uno que fue, iba a llegar segundo cómodo. Por su parte el “gallego” José Manuel de la Sota, gobernador de Córdoba, no levantaba en las encuestas, y media tan solo 5% de imagen positiva. Si bien había varios aspirantes para la presidencia, la imagen de un país incendiado después de años de neoliberalismo, había socavado la confianza de la ciudadanía en la clase política.
Clarín titulaba con letras de molde “La crisis causó dos nuevas muertes”, suerte de eufemismo perverso, para encubrir la violencia institucional desatada en Puente Avellaneda que se cobraba la vida de dos jóvenes militantes barriales.
A finales de 2002, las huestes de Duhalde y Kirchner no llegaban a un acuerdo, luego de varias semanas y próximos a ahogarse en un mar de indecisiones, se reunieron en Olivos y acordaron la candidatura del santacruceño a la presidencia. Se discurría sobre la posibilidad de que no hubiera internas y que todos los candidatos del Justicialismo se presentaran y mostraran sus cartas, en el entendimiento que Menem “tenía un piso alto de votos, pero también un techo bajo” que habilitaría una eventual segunda vuelta electoral.

El congreso del Partido Justicialista dispuso suspender las internas y habilitar a los precandidatos el uso de los símbolos partidarios comunes para presentarse a la elección general, hecho que posibilitaba que se mostraran como partidos distintos. Finalmente, el presidente Duhalde decidió apoyar formalmente la candidatura de Néstor Kirchner el 7 de enero de 2003, fruto de negociaciones internas de ambos lados y limar muchas asperezas para no dejar herido a nadie. Duhalde tomó la decisión de adelantar las elecciones al 27 de abril de 2003. Kirchner consciente del momento histórico en el que se encontraba la Patria, y sabiendo la responsabilidad que le deparaba al futuro presidente electo, no se cansaba de repetir:
“Al próximo presidente nadie le va creer nada por años. Cuando anuncie algo, lo va tener que cumplir. Y cuando anuncie otra cosa a las veinticuatro horas, igual nadie le va creer y también lo va tener que cumplir. Va a ser como ir a elecciones todos los días”.
Su jefa de campaña
fue su compañera, la compañera de toda la vida, Cristina Fernández, al igual que cuando disputó la gobernación de Santa Cruz. La elección de compañero de fórmula no fue un tema menor, a fin de cuentas, la balanza se inclinó en favor de Daniel Scioli, a pesar de su cercanía a Menem.
 

En campaña

La campaña electoral no se mostraba favorable para las expectativas de Néstor Kirchner, los otros candidatos Justicialistas lo aventajaban, y también aparecía por delante el efímero ministro de economía, apóstol del “déficit cero”, Ricardo Lopez Murphy. La imagen de Kirchner no resultaba conocida a nivel nacional, como si lo eran las del resto de los precandidatos. Sin embargo, Kirchner comenzó a diferenciarse adoptando un perfil progresista con acento en la producción, la justicia, la educación, el trabajo, la equidad y la salud. Sus slogans de campaña eran “Un país en serio” y “Primero Argentina”, asumiendo el rol de precursor en un país que había que volver a fundarlo desde sus cimientos.
También debemos destacar el aporte a la campaña que significó mantener al ministro de economía de Duhalde, Roberto Lavagna, que se había granjeado una imagen positiva por su gestión anticrisis, en caso de que fuera elegido.
La fecha de las elecciones se acercaba, el Pueblo estaba en carne viva y en estado asambleario, fruto de años de vivir bajo un modelo económico que nunca lo consideró ni lo tuvo en cuenta. La gestión de Duhalde en materia económica propició leves signos de recuperación, por efecto del default y la restricción del gasto público, con leve recuperación de los términos de intercambio, y un moderado incremento del PBI. A pesar de esto, las consecuencias sociales de la crisis fueron devastadoras con el 54% de la población debajo de la línea de pobreza, y el 27% del total por debajo de la línea de indigencia. El país había quedado destrozado, y no habíamos pasado por una guerra.

La Casa de la Provincia de Santa Cruz en Buenos Aires convertida en cuartel de campaña donde el candidato construía su base de sustentación a fuerza de negociaciones diarias con dirigentes de todas las provincias. Faltaban escasos quince días para las elecciones y las encuestas mostraban el liderazgo de Menem secundado por Kirchner y López Murphy, en virtual empate técnico de estos dos contendientes. A poco de una semana de las elecciones, Artemio López, aseguró que Murphy no entraba en la segunda vuelta. Las posiciones se iban definiendo para un final abierto entre el riojano y el santacruceño.

De la Alianza, solo quedaban vestigios, Carrió y López Murphy se desprendían como gajos de aquella catástrofe de gobierno para fundar los partidos Afirmación para una República Igualitaria (ARI) de tendencia centrista y socioliberal, y Recrear para el Crecimiento, de impronta conservadora y económicamente liberal. A fines de 2002, la elección interna de la Unión Cívica Radical consagró la fórmula de Leopoldo Moreau y Mario Losada para competir en las elecciones de abril del 2003.
 

Las Elecciones Presidenciales

El 27 de abril de 2003, la fórmula Kirchner - Scioli del Frente para la Victoria (FpV) obtuvo 4.312.517 votos, el 22,25% del total, resultando superado por la fórmula Menem - Romero de la Alianza Frente por la Lealtad-UCeDe, que obtuvo el 24,45%. Los resultados habilitaban una segunda vuelta electoral entre ambas listas para definir cuál sería la formula ganadora. Los candidatos que quedaron afuera del balotaje fueron: Ricardo López Murphy (16,37%), Adolfo Rodríguez Saá (14,11%) y Elisa Carrió (14,05%), Leopoldo Moreau, con un magro 2,3% ocupó el sexto lugar.

La segunda vuelta debía llevarse a cabo el 18 de mayo de 2003, y las encuestas daban una intención de votos de entre un 60 y un 70% a favor de Néstor Kirchner. Atento a este panorama poco alentador para su candidatura, el expresidente Menem después de muchas idas y vueltas y a tan solo cuatro días del balotaje, anunciaba su decisión de renunciar a su candidatura. Este hecho convertía automáticamente en presidente electo a Néstor Kirchner.

Por su parte, el expresidente Menem lograba con esta maniobra, evitar una derrota categórica a manos del santacruceño apoyado por su ex compañero de fórmula, y condicionar al futuro gobierno. Así las cosas, Néstor Kirchner asumió con el caudal de votos más bajo en la historia argentina (22,2%). El 25 de mayo de 2003, Néstor Kirchner se consagró como presidente de la Nación Argentina. Un ignoto gobernador peronista de provincia que aspiraba a la primera magistratura para hacer realidad la doctrina de Perón, que tanto lo había desvelado durante años de militancia. 
Fue el destino de esta bendita Patria que nos diera la posibilidad, antes de que sucumbiéramos como nación, de conocer a un líder político de la talla del General, que cargó nuestra cruz con honor y nos enseñó el camino. Entonces empezamos a conocerlo, un presidente inesperado, su palabra pesaba y valía, no era uno más, venía proponiéndonos un sueño: la felicidad del Pueblo y la grandeza de la Nación.

*Abogado UM 

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