El fallecimiento de Carlos Saúl Menem, volvió a enfrentar pasiones encontradas, propias de un liderazgo personalista y carismático que marco una era.
Por Leandro Mijaloski*
Luego del anticipado traspaso de mando, paso casi un año de gestión sin definir un rumbo económico concreto y con una macroeconomía completamente deteriorada por la todavía persistente crisis inflacionaria. El sueño en las bases peronistas de la “revolución productiva y el salariazo” todavía se mantenía en pie. Fue recién con la llegada de Domingo Cavallo, su plan de convertibilidad, la aplicación del consenso de Washington y el pacto con el establishment nacional e internacional, que la traición al movimiento peronista empezó a tomar cuerpo, aunque pasarían algunos años hasta que sus consecuencias se hicieran visibles. La modernización de la economía se presentaba como “el canto de sirena” que encubría el deterioro de la matriz productiva y el traspaso paulatino a una economía de servicios.
Desde el punto de vista macroeconómico, los primeros años de convertibilidad fueron relativamente exitosos, logró el anhelo histórico de la sociedad argentina, estabilizar la moneda y terminar con la inflación. Pero luego llegó la crisis del tequila y la posterior devaluación del real. La dupla Menem-Cavallo no tomó nota y se aferró al 1 a 1 y al “voto cuota”, transformando un plan de estabilización circunstancial, en un modelo económico de largo plazo. Las consecuencias para la economía productiva fueron devastadoras, recesión, desempleo, primarización de la exportaciones, extranjerización y concentración de empresas. Consecuentemente, la venta de empresas públicas y el endeudamiento internacional crecieron vertiginosamente, como forma de sostener una paridad cambiaria ilusoria. Sostener el aluvión de productos importados que entraban sin ningún tipo de restricción, los consumos dolarizados de las clases acomodadas y lo viajes al exterior, demandaban un flujo constante de dólares, que no los generaba la estructura productiva del país. Las reservas caían, la emisión no estaba permitida, los pesos eran un recurso cada vez mas escaso, y así, día a día se iba gestando la crisis económica mas importante que haya sufrido el país y que tendría su desenlace y estallido en diciembre del 2001.
El impacto económico y social de dicha crisis ha sido largamente estudiado, y sus consecuencias perduran hasta nuestros días. La destrucción del tejido productivo y social tuvo su manifestación en el aumento exponencial del desempleo, la pobreza y la marginalidad. Millones de argentinos se transformaron en “caídos del sistema” y pasaron a engordar las villas miserias constituyendo en los hechos, un país paralelo dónde las oportunidades son inexistentes y el Estado solo muestra su carácter represivo.
La memoria en cuanto al impacto económico y social de su gobierno, se encuentran tan arraigadas en el pueblo argentino, que ante la muerte de su verdugo, hoy afloran con el resentimiento característico de la traición. Como dijo Perón “el pueblo no engaña a quien no lo traiciona”, pero a modo de aporte, podríamos decir que tampoco olvida a sus verdugos.
Pero el gobierno de Menem no solo dejó implicancias económicas, sino que por el contrario, tuvo un impacto trascendental en prácticamente todas las áreas del Estado y la vida misma. Las más analizadas y recordadas siempre han sido las que tuvieron consecuencias negativas, pero como en todo proceso histórico, existieron aportes de su gestión que hoy podemos analizar como un legado positivo.
Dentro del legado positivo dos son los aspectos más importantes a destacar. En primer lugar, se debe considerar la reforma constitucional de 1994 que aportó importantes elementos superadores desde el punto de vista institucional. Plasmó en su articulado, su vigencia plena ante cualquier intento de golpe de Estado y condenó toda búsqueda de acceder al poder sin el voto de la ciudadanía. Así mismo, eliminó la figura del colegio electoral y otorgó el voto directo para la elección presidencial y la incorporación de un sistema de balotaje atenuado. También otorgó la autonomía a la Ciudad de Buenos Aires y acortó el mandato presidencial a 4 años con opción a una reelección. Acortar el mandato presidencial, tenía como objetivo dar una salida rápida a gestiones que hayan perdido el apoyo popular, como el caso reciente del ex presidente Macri, buscando eliminar la posibilidad de quiebre institucional. Al mismo tiempo, buscaba dar un premio a gestiones exitosas permitiendo su reelección. Estás modificaciones significaron un considerable fortalecimiento institucional y un importante apoyo a la consolidación de una joven democracia Argentina.
En el mismo sentido se puede analizar el segundo legado positivo de la gestión de Carlos Menem, el fin del partido militar. Con mucho pragmatismo, liderazgo y acciones concretas, algunas más populares que otras, logro al fin terminar con un flagelo de la Argentina moderna, los recurrentes golpes militares que impedían la consolidación de la democracia en el país. La importante quita de recursos a las fuerzas armadas, la venta de bienes y predios, el alejamiento de los cuarteles militares más importantes de Buenos Aires, la suspensión del servicio militar obligatorio y la conducción civil de las fuerzas, fueron los elementos más importantes que mermaron el poder de acción y la influencia política de las fuerzas armadas. Claro que en este sentido también utilizó los cuestionados indultos a los genocidas de la ultima dictadura militar, como moneda de cambio para avanzar sobre el control de las fuerzas. Un recuerdo de traición que también esta guardado en la memoria del movimiento peronista que aportó los mártires del terrorismo de Estado.
Realmente se podría escribir un articulo especifico del impacto de los 10 años de gestión presidencial de Carlos Menem en cada área concreta, prácticamente nada quedo sin tocar y la Argentina cambio para siempre luego de esos oscuros ’90. La destrucción del la matriz productiva y del tejido social, fueron los aspectos más negativos, la reforma constitucional y el fin del partido militar el legado más positivo de la gestión de un hombre que supo marcar una era, a la que sin duda alguna, el pueblo argentino no quiere volver.
*Politólogo UBA-Comunicación Política y Opinión Pública FLACSO.
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