La Educación Sexual Integral (E.S.I.) es un derecho de los niñxs y adolecentes consagrado en la Ley Nacional N°26150. Aunque fue sancionada en el año 2006, todavía falta mucho camino para lograr una plena implementación.
Por Carla Mansilla
En este punto, se debe destacar que el acceso a la información para el cuidado de la salud sexual y preventiva es un derecho humano. Por lo cual, los niñxs y adolescentes no necesitan la autorización de su familia y tampoco éstas, pueden oponerse a la implementación de la E.S.I. como política pública. El Estado y las instituciones educativas tienen la obligación de garantizar ese derecho de nuestros niñxs y jóvenes.
Si bien la ley se sancionó, en los hechos no se aplica en su totalidad. Esto representa un serio problema en una sociedad donde los niñxs necesitan expresar las dudas desde su desconocimiento, pero se enfrentan a mayores que poseen concepciones erróneas o añejas que terminan obstaculizando el aprendizaje y el acceso a información confiable. La E.S.I es una sigla tan popular en los últimos tiempos pero tan confusa y temerosa en algunos padres, docentes y autoridades escolares. El error radica en asociarla unívocamente a “HABLAR DE SEXO”. Lo mismo sucede con la ley de identidad de género 26.743 donde los prejuicios y la desinformación marginan a un derecho importante en las niñeces y adolescencia. En el marco legislativo de la E.S.I entre los puntos importantes se destacan que los contenidos trabajados deben ser precisos confiables y actualizados y ante los problemas que surjan relacionados a ETS y reproductiva, se debe procurar igual trato y contención sin importar el género. Los contenidos deben ser transversales a todas las materias y asegurar la inclusión y el respeto a todxs las personas. La comunidad educativa debe entender a la E.S.I como una perspectiva diferente para encarar todas las prácticas docentes. Es el camino para hacer escuelas más diversas e inclusivas. La E.S.I se tiene que dar a partir del nivel inicial, en las escuelas públicas, privadas, laicas y religiosas.
En las aulas son otras las historias que suceden, no importa resoluciones ni leyes. Después de una clase de ESI muchos chicxs no callaron más. Algunos de ellxs pudieron denunciar una situación, resinificar lo que les pasaba y asumir que habían sido o eran víctimas de abuso.
En una escuela, un chico de 17 años, que había recibido varios talleres de Educación Sexual Integral, le conto a su mama todo lo que había escuchado en el colegio sobre violencia de género y la convenció de hacer la denuncia a su marido violento. La E.S.I contribuirá no solo a formar mujeres conocedoras de sus derechos si no a varones y otros géneros que no compren cuerpos, que no acosen por la calle ni ejerzan ningún tipo de violencias.
En una escuela de Neuquén una nena de 10 años después de una clase de E.S.I pidió a la directora el número de teléfono para denunciar a su padrastro por violación. Quien luego fue condenado a 18 años de prisión.
De acuerdo a la edad y al momento evolutivo, la E.S.I ayuda que los más chicos sepan decir no y denunciar o decir cuando son abusados, sin importar el vínculo familiar o afectivo con esa persona.
Si bien hay mucho camino por recorrer para una verdadera implementación de la ley, hay muchos docentes con buena predisposición y que día a día, requieren más información y capacitación. Reflexionemos estos días la importancia de esta Ley, no nos quedemos solo con “La semana de la E.S.I”, donde los niñxs trabajen determinados contenidos y cuando se termina se vuelve a una educación tradicional. Así como sostenía el profesor Freire “La educación no cambia el mundo; cambia a las personas que van a cambiar el mundo”.
La E.S.I viene a mover estructuras, es un tipo de pedagogía que trasciende los diseños curriculares, que no está presente en la praxis de muchos docentes. La Ley de Educación Sexual Integral nos enfrenta a pensar en el otro desde la empatía, que la pandemia no haga retroceder los derechos conquistados.
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