Cuando la pandemia se hace rutina, pierde su efecto conmocionante: virus, dólar, quemas. inseguridad, champions y marchas, los temas de la agenda del presente.
Por: Alan Stummvoll (*)
Por: Alan Stummvoll (*)
Hablamos de efecto conmocionante cuando nos referimos a un acontecimiento imprevisto que irrumpe en nuestra cotidianeidad. Es el famoso shock, algo que nos paraliza, nos desconcierta y activa nuestra emocionalidad como un reflejo espontáneo que responde a este elemento extraño y perturbador que invade nuestra realidad.
Hace meses que convivimos en un riesgo permanente al que hemos ido normalizando día tras día. En marzo, la cuarentena era incuestionable, el miedo al contagio justificaba las decisiones de los gobiernos, e incluso, el control social se activaba como un refuerzo sobre los transgresores.
Hoy, nos acostumbramos a los informes epidemiológicos, a las variantes de la cuarentena, y a la convivencia social con los casos confirmados. Si bien el virus sigue presente en las preocupaciones de la opinión pública, ya no nos conmociona como antes.
Hay un desgaste del tema pandemia, tanto en la agenda pública, como en la agenda mediática. Y sobre este hecho, se abren las vetas para que otras cuestiones adquieran importancia entre las preocupaciones de la población.
Por ejemplo, si nos centramos sobre las tendencias de búsqueda graficadas por Google Trends, rápidamente advertimos este efecto de caída de interés del Coronavirus (azul). La pandemia logró conmocionarnos, muy fuertemente, durante los meses de marzo y abril. Pero de mayo en adelante, la preocupación decrece y pasa a normalizarse para estar al mismo nivel de interés que la cotización del dólar (rojo), e incluso ser superado por los partidos del FC Barcelona en la Champions League (amarillo).
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Fuente: Google Trends Argentina (del 1/1/2020 al 19/10/2020) comparando la búsqueda de Coronavirus (azul) – Dólar (Rojo) – Barcelona (Amarillo) |
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Fuente: D’Alessio/Berensztein |
Tal vez, esto suceda porque aceptamos a la nueva normalidad como una realidad provisoria, pero nuestras costumbres y expectativas se encuentran aferradas a los tiempos previos al Covid-19. A medida que la pandemia se integra a nuestra rutina, el instinto por volver a la vieja normalidad se fortalece cada vez más.
Sobre esta base, se ancla la preocupación de cualquier nivel de gobierno: ¿Cómo gestionar una crisis sanitaria lidiando simultáneamente con el agotamiento social? Es claro que la pandemia continúa siendo una prioridad de gestión, pero en el presente, el aura de excepcionalidad se evapora, y el comportamiento social se desentiende cada vez más de las recomendaciones sanitarias. Comenzamos a ver sectores reticentes que, a partir de diversas motivaciones, instrumentan la paradoja del presente con un sentido político, de forma consciente y/o inconsciente. Y esto nos lleva a un escenario, contraproducente en el que se acentúe cada vez más la crisis sanitaria.
El coronavirus se integró a nuestra cotidianeidad, pero eso no reduce su peligrosidad. Nuestra salud está en juego, y depende de cada uno de nosotros cumplir con las recomendaciones de prevención. Puede resultar tedioso a esta altura del año, pero sólo cuidándonos podremos cuidar a nuestra comunidad.
(*) Licenciado en Ciencia Política (UNR) – Opinión Pública y Comunicación Política (FLACSO)
Autor invitado desde la Provincia de Santa Fe.
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