En materia de políticas públicas sociales, el desafío del peronismo en el Gobierno por estos días es erradicar la desigualdad estructural, salir de la contracción económica macrista y la crisis global por la pandemia de Coronavirus.
Por Néstor Romero*
Durante la presidencia del hoy ‘prófugo’ en Francia, Mauricio Macri, se perdieron más de 140.000 empleos industriales y la tasa de desocupación llegó al 10,6% a pesar de haber prometido el 16 de octubre 2015 frente a mil empresarios en el “Coloquio de Idea” que crearía 2.000.000 de puestos de trabajo. Cuando esa postal impactaba duramente en los sectores más vulnerables, paralelamente, “la gente bien” afirmaba peyorativamente que los nuevos y estructurales desocupados eran unos vagos que no querían trabajar. Sin embargo, ellos hoy se movilizan, disfrazando de gesta patriótica, contra las medidas que permiten no sólo contener a la gente de las barriadas más humildes, sino además resguardar la vida.
El impacto de la pandemia en el mundo del trabajo, según proyecta la Organización Internacional del Trabajo (OIT) podría barrer entre 750.500 y 852.500 puestos de empleo en el país. Ambos números se proyectan en base a distintos escenarios de caída del PIB: el primero, si la pandemia es controlada, el segundo si llegase a producirse un colapso o una segunda ola de contagios masivos. El sector más impactado por esta crisis global ha sido la producción industrial.
Esto impone poner en relieve la discusión del trabajo en Argentina porque la sangría de los últimos años (incluyendo los últimos siete meses) ha generado desastres. Hay que salir, pienso que no de “la pandemia” porque ésta puede llevarnos incluso años, sino del aislamiento con una política estatal integral de desarrollo productivo. Se entiende que la industria no es exclusivamente manufactura (sino también petróleo, energía, minería) pero sería interesante generar una revolución de producción industrial, en lo posible en los barrios y con destino de exportación.
Parece una suerte de capricho esta insistencia por sumergir a “los barrios” en el mundo laboral, pero lo cierto es que es allí donde siempre que hubo recesiones las crisis se cargaron a cuestas de esas espaldas, y también es allí donde están los cables de la bomba que siempre está “a punto de estallar” en éstos casos. Mauricio Macri terminó su gestión (según datos de la Universidad Católica Argentina [UCA]) con el 40,8% de la población (lo que equivale 16 millones de argentinos), sumergidos en la pobreza y esta crisis, según estima la Organización de las Naciones Unidas (ONU), provocará que a fin de este año nos encontremos con el 58,6% de los pibes (niños y adolescentes) en esa condición, de los cuales el 16,3% de ellos estaría bajo pobreza extrema.
La situación social es sumamente delicada y hay que, no solo fortalecer y dinamizar las políticas sociales, sino generar trabajo local, genuino y de calidad para democratizar el trabajo y disminuir rápidamente la enorme brecha de desigualdad que existe en los hogares de los barrios populares.
Por otro lado, los sectores que sobrevivieron durante la pandemia llevaron el trabajo a las casas (en las actividades productivas que permiten hacerlo). Esta semana, la Cámara Alta aprobó con 40 votos a favor y 30 en contra, una legislación en ese sentido. El objetivo es definir los límites del régimen legal en los contratos de “teletrabajo”.
Según el Ministerio de Trabajo (autoridad de aplicación de la nueva ley, que deberá reglamentar dentro de 90 días), sólo el 8% de los trabajadores lo hacían bajo esta modalidad y el 3% de las empresas lo implementaban en el año 2017 y hoy impone malabares para buena parte de los sectores, en especial a los docentes.El fantasma de la flexibilización está al acecho: el 40% del trabajo no está registrado y muchos trabajadores están dentro de la llamada pobreza digital. La virtualización forzada ha obligado a muchos y muchas a un curso avanzado e intensivo para sumergirse en este nuevo tiempo. Durante la etapa de confinamiento hubo familias que comenzaron a vender, por ejemplo, comida desde su casa para no perder la dinámica del trabajo (pero sobre todo los ingresos) y utilizan las redes para socializar sus productos y eso ha rendido frutos, aunque en materia laboral y en términos formales es más complejo. Más aún, teniendo un ministro al que habría que tomarle el pulso como es Moroni.
La obligación de los empleadores con los ‘teletrabajadores’ debe ser registrarlos, asegurar los equipos, herramientas, conexión a la red, una limitada jornada laboral y el derecho a la conexión –que es el derecho al descanso-, pero hay otros gastos no contemplados, como el de la electricidad o el alimento durante las jornadas de trabajo. La obligación del ministerio de Trabajo –que es la obligación del Estado- es imponer con rigidez la legislación recientemente aprobada para no dejar los derechos laborales en el camino.
*El Catanense
https://elcatanense.wordpress.com/2020/07/30/cual-es-el-futuro-del-trabajo-argentino

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