Por Jorge Néstor Juncal, abogado UM.

“…El pueblo goza de la “libertad de prensa”, que consiste en la libertad de comprar la prensa del régimen y enterarse de los que La Nación, La Prensa o Clarín opinan. Es una libertad de los ricos y una falta de libertad para los pobres. Nada nuevo.” John William Cooke
Resultan harto evidentes en este sentido, las maniobras de los medios hegemónicos que buscan debilitar la autoridad de AF incitando a la “desobediencia civil” con un nivel de irresponsabilidad y temeridad pocas veces visto. Caso particular, el canal TN del Grupo Clarín, utilizó el recurso pueril de falsear la realidad mostrando a gente común protestando, mientras el zócalo decía que ocurría en Villa Azul, partido de Quilmes, cuando se trataba de protestas de los habitantes de Puente Alto, al sur de Santiago de Chile.
Toda argucia inmoral es válida para esta derecha mediática que como línea editorial se apoya en una supuesta vulneración de las “libertades individuales” por las medidas de aislamiento, cuando en realidad está en juego la salud y la vida de miles de personas. Como el escritor y filósofo Juan José Sebreli, quien abiertamente propuso desde el mismo canal de cable TN, romper la cuarentena, añadiendo “Promuevo algo perfectamente democrático, la desobediencia civil…que todos los comerciantes que van a cerrar definitivamente, levanten las persianas y que todas las personas salgan a la calle con barbijo, sin piedras en la mano, y manteniendo la distancia. Esa es la solución”
¿A qué “solución” se refiere Sebreli? ¿”solución” es condenar a la muerte a miles de personas? ¿A quién beneficia lo que él llama “solución”? ¿Quién en su sano juicio puede pensar que la irrupción masiva de las personas en distintas actividades da por terminado el capítulo de la pandemia?. Como si no hubiera sido probado el “método Sebreli” en distintas latitudes con resultados catastróficos, sino veamos nuestro vecino Brasil, con un Bolsonaro que lleva 500.000 infectados y mas de 30.000 muertos, o Estados Unidos que bajo la administración Trump, lleva casi 2 millones de infectados y más de 100.000 muertos, que equivalen a dos guerras de Vietnam en poco más de 5 meses. Este escritor, furioso antiperonista, también se refirió a las medidas de aislamiento de Villa Azul asemejando la situación a la de un “ghetto”, en clara alusión a los “ghettos” creados por la Alemania Nazi en la Segunda Guerra Mundial, que tenían como objetivo segregar a los judíos, para luego deportarlos y asesinarlos en los campos de exterminio, otra vez Sebreli, ¿quién es el nazi?¿quién propone la “solución final” si no es usted que irresponsablemente proclama la ruptura de la cuarentena?.
Con la misma tónica rupturista, el periodista Eduardo Feinmann, tomó posición alineándose a los comentarios de un ministro de la Corte Suprema diciendo: "Yo coincido con Lorenzetti, el tema son las libertades individuales y esto tiene un límite. Todo tiene un límite, la paciencia también, y no me corran con la vida y la muerte", como si diera lo mismo, estar vivo o muerto, tener 500 o 2000 muertos. El doctor Feinmann, como abogado que es, debiera tener presente que el derecho a la vida es un derecho humano fundamental, cuyo goce es un prerrequisito para disfrutar del resto de los derechos humanos, como son las libertades individuales.
Otro impresentable operador, Baby Etchecopar, conductor del programa El Angel, ¿será por “El Angel de la muerte”? arremete contra AF diciendo que "acá no hay plan" y que nos están "silenciando de la forma más ruin posible"…todo es mentira, es todo chamuyo; que la gente se entere que no hay un plan de medicina, que el mundo nos está mirando. Acá no hay plan", Esta versión vernácula de periodismo berreta, donde se hacen editoriales antidemocráticos, con pretensiones de crear sentido común exacerbando el discurso intolerante, logra permear en vastos sectores de la población antiperonista, de corto vuelo intelectual y fácilmente manipulable.
En ese sentido resulta revelador lo que postula Jacques Derrida, filósofo francés de origen argelino:
“Las producciones de masa que inundan la prensa y la edición no forman a los lectores, sino que suponen de manera fantasmagórica y primaria la existencia de un lector ya programado. De tal forma que estas producciones terminan por formatear ese destinatario mediocre que habían postulado por adelantado.”
Prueba de todo esto fue la “Marcha Anticuarentena” del 30 de mayo en el obelisco convocada vía redes sociales por un variopinto de sectores contrarios a las medidas sanitarias del gobierno frente a la Pandemia, que confluyó con otra más sectorial convocada por médicos en reclamo de mejores condiciones de trabajo y aumento salarial. “Ni héroes, ni asesinos. ¡Somos médicos!”, podía leerse en un cartel de un auto que tocaba bocina sin parar. Lamentablemente, los profesionales de la salud se mezclaron con los militantes anticuarentena logrando desdibujar sus legítimas peticiones.
Desde una óptica “gramsciana”, la derecha representada por los medios de comunicación hegemónicos de Clarín y La Nación, junto a los popes de Asociación Empresaria Argentina (A.E.A.) persiguen concretar una “crisis de hegemonía”. Buscan desgastar el prestigio de AF y su equipo de expertos sanitaristas, cuando las encuestas miden una alta aprobación de la población a la gestión de la pandemia. Si bien estas marchas “anticuarentena” resultan débiles y marginales porque no logran el consenso popular suficiente para imponerse, no podemos soslayar la posibilidad de que la derecha mediática logre instalar un “manto de duda” sobre el éxito de la cuarentena frente a la sociedad, con el objeto de provocar una “crisis de autoridad” que afecte al gobierno en su conjunto, y se traduzca en manifestaciones reaccionarias más homogéneas.
“La libertad de prensa e información, realizada de buena fe, es una de las más grandes conquistas de la humanidad civilizada, pero practicada de mala fe, es uno de sus peores azotes.” Cuando Perón era “Descartes”. Diario Democracia. Septiembre, 20 de 1951
De allí la necesidad que el Estado, en el marco de esta Pandemia, establezca reglas claras que persuadan al periodismo a comunicar de manera honesta con información oficial, confiable y verificable, pero castigando con severidad a todo aquel comunicador que mediante argumentos falaces o tendenciosos, induzca al caos, a la desobediencia civil o ponga en riesgo la salud pública de la población.
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