La que siempre juega a las escondidas

Siempre se habla de la pobreza, sus consecuencias, los planes para abordarla y hasta  se la responsabiliza de su propia condición.  Pero esto es incompleto, falta identificar lo que no se deja ver.

Por Leandro Mijaloski (*)

Todos vamos a coincidir en que la pobreza es un problema y lo hemos escuchado hasta el hartazgo. Innumerables cantidades de trabajos abordan la temática de la pobreza, sus variables fundamentales y sus consecuencias sociales, económicas y políticas. La pobreza se constituye hoy día, en una de las principales preocupaciones de las sociedades modernas. Siempre se mantiene presente en el discurso de los líderes políticos  y sus  Partidos. La pobreza también goza de una importante presencia en la  agenda periodística. 

Nos hacen ver y escuchar las consecuencias de la pobreza, como viven los pobres, sus penurias y las dificultades que enfrentan a diario para sobrevivir. En estos aspectos que enumeramos, nos encontramos con la característica fundamental de la pobreza, su visibilidad.

La pobreza está ahí, frente a nosotros, solo es cuestión de mirar y de querer mirar. Podemos observar a diario gente sin techo, hurgando en la basura, niños mendigos y mal nutridos, asentamientos  sin servicios básicos esenciales y muchas otras consecuencias de la pobreza. Pero esta es una realidad incompleta. Vemos solamente  el resultado de un complejo sistema que opera a cada minuto para producir nuevos pobres. Vemos lo que no se puede ocultar, el resto se mantiene en las sombras.

Si  nos proponemos hacer un abordaje comprensivo y acabado de la pobreza, debemos entender que esta solo es una cara de la moneda y que existe otra cara que no se deja ver tan fácilmente. Como el lado oscuro de la luna que nadie puede ver, pero todos sabemos que existe. La otra cara de la moneda juega a las escondidas para evitar ser detectada  y obligada a asumir su responsabilidad.  Esa cara oculta es la riqueza y está directamente relacionada con la pobreza. El aumento de una, implica necesariamente el aumento de la otra. 
No existe formula económica posible para que aumente la concentración de la riqueza y al mismo tiempo disminuya la pobreza. De allí, resulta la necesidad imperiosa de la riqueza de tener como característica fundamental  la invisibilidad. 
Y atentos que cuando hablamos de riqueza, no nos referimos al que tiene una propiedad, un lindo vehículo, un pequeño comercio o empresa exitosa. Estas personas, no clasifican para ser ricos, por más que ellos lo crean. Aquí no vale la creencia, ya que cuando la economía ajusta, les hace ver a estos sectores q no son ricos. La riqueza de la que hablamos, es justamente la que la mayoría no puede ver, fortunas tan gigantes como obscenas, suficientes para comprar países enteros.  

Esta riqueza de la que hablamos, a diario se esfuerza por no ser vista y opera a través de una estructura financiera global que relaciona paraísos fiscales, empresas off shore, testaferros y sistemas bancarios paralelos. Todos tiene por objetivo, movilizar fortunas sin que nadie lo note, facilitar la evasión impositiva, el lavado de activos y por sobre todas las cosas, la confidencialidad de los titulares de las fortunas para evitar la trazabilidad de las cuentas. Todo este sistema crece y se fortalece en la misma medida en que aumenta la pobreza.

Desde los años 70, el sistema económico productivo se ha modificado notablemente. Viejas categorías de análisis perdieron vigencia. El modelo capitalista clásico ha dejado de existir. Hoy vivimos en un capitalismo financiero que tiene la capacidad de reproducir el capital sin el componente del trabajo. Nunca antes mejor aplicado el dicho popular “el dinero, genera dinero”. Capitales financieros de circulación global que ingresan y salen de un país a la velocidad de un “enter”, desestabilizando sus economías y dejando a su paso un tendal de nuevos pobres. De ahí, la importancia de aplicar regulaciones temporales a los flujos de capital. En argentina tenemos nuestro propio ejemplo reciente. Bien debe recordar Mauricio Macri el 25 de abril del 2018 a las 11.15hs cuando el JP Morgan decidió vender LEBAC y salir del país por un monto de U$S 800 millones. Macri experimentaba la traición de quien creía su amigo, pero el capital financiero no conoce de amistad, solo de negocios. A partir de allí, el gobierno estaba terminado y Argentina aportaba millones de nuevos pobres para el sistema mundial.
La concentración de la riqueza llego a dimensiones nunca experimentadas en la historia de la humanidad. Jeff Bezos, la persona más rica del mundo, posee una fortuna estimada en los U$S 143 mil millones  y a este ritmo de acumulación superaría los U$S200 mil millones para el 2026. De solo pensar que el BCRA posee, al 14/05, reservas por U$S 43 mil millones, tomamos dimensión del problema.
Debemos invertir nuestros paradigmas de pensamiento y dejar de pensar en la pobreza. El problema más serio que enfrentan nuestras sociedades modernas, es la riqueza. Tenemos que quitarle la invisibilidad, afrontar la problemática y protegernos de sus efectos devastadores. Solo así, lograremos disminuir la pobreza en la misma proporción en que se impida la concentración de  riqueza.   
 (*) Licenciado en Ciencia Política UBA- Opinión Pública y Comunicación Política FLACSO

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